miércoles, 27 de diciembre de 2017

La cuádriga del sol


(Orlando Villalobos)

La canción popular preferida es La Grey Zuliana, tanto que si dejamos de lado las formalidades, tendría que admitirse que desplaza al himno oficial.
Este himno es rimbombante y extraño. Sus defensores dicen que se corresponde con la corriente parnasiana que se expresaba en su tiempo y en la que se anotaba su autor. Los parnasianos estuvieron de moda en la segunda mitad del siglo XIX. Defendían que el fin del arte era, únicamente, “crear belleza” y rehuían del discurso como conciencia política, encarnado por Víctor Hugo y tantos otros.
Al himno del Zulia se le convirtió en la canción oficial luego de organizar un concurso para hacer la selección y de ese modo validarla y justificarla.
El concurso se convocó en abril de 1909 y en agosto se emitió el veredicto de la canción ganadora, “Sobre palmas”. El promotor y defensor del himno fue el periodista Eduardo López Rivas. Era en su momento una persona muy influyente, propietario y director del diario El Fonógrafo, el principal periódico del Zulia a principios del siglo XX; y además propietario de la empresa editorial La Imprenta Americana.
El himno, en realidad, es una canción compuesta por encargo por el poeta Udón Pérez. Era el gran bardo de la ciudad, polémico, bohemio e influyente; escribía en periódicos y revistas de la época. Según Marcial Hernández era “el mejor poeta zuliano, sin segundo”. Esto es necesario decirlo para que se vea que era probable, casi lógico, que se le encargará a él la responsabilidad de la letra del himno.
Udón era un maracaibero -palabra muy usada en su momento-, a carta cabal. Jesús Semprún anota que su grave error fue no salir de Maracaibo. Quizás lo dice porque Semprún que nació en Santa Bárbara del Zulia ejerció el periodismo en Caracas, Buenos Aires y Nueva York. Nada menos. Dice Semprún: “No es que yo piense que ha debido desarraigarse, sino que ha debido salir a ver un poco el mundo. Nuestra Maracaibo, con ser la primera ciudad venezolana, por el empeño y el ansia de civilización, está muy escondida, muy remota. La barra (del lago) es un cerrojo corrido. Si fuera un puerto marítimo habría adelantado muchísimo más”. De Udón se puede decir algo que Semprún dice de otro zuliano conocido, Marcial Hernández. Udón fue casi exclusivamente zuliano.
La canción “Sobre palmas” tiene una letra difícil, rebuscada, un galimatías pues. El coro es su parte más difundida. “Sobre palmas y lauros de oro/ yergue el Zulia su limpio blasón;/ y flamea en su plaustro sonoro/ del progreso del radiante pendón”.
Luego siguen cinco estrofas, en su mayoría olvidadas y borradas de la memoria, porque no se cantan, ni se recuerdan.
En la parte de su letra nunca recordada dice: “En tu carroza ligera/que tiran diez corceles,/ de acantos y laureles/ guirnaldas mil se ven./ Allí del Arte el símbolo/ del sabio la corona/ del Temis y Pompona/ la espada y el lirén,/ la enseña del trabajo/ y el lábaro del bien”. Sin comentarios.
Una parte que pudiera rescatarse de la letra es esa que se refiere a “la hoguera que deslumbra/ cuando al cenit se encumbra/ la cuádriga del sol…”.
Es toda una evocación del poeta. ¿La cuádriga? La cuádriga es esa imagen reiterada en el cine, para registrar a los soldados del imperio romano, que llevaban un carro tirado por cuatro caballos. Pero en este caso esta es la cuádriga del sol, otra manera de hacer un registro exhaustivo de los dominios del sol en estos confines.


Business


(Orlando Villalobos)

El día de acción de gracias en Estados Unidos cada familia se reúne y comparte la tradicional cena con pavo. Horneado o asado, da lo mismo. Es el día más importante del año, no hay otra fecha que la iguale. No hay 24 de diciembre, ni 31 de diciembre, explicable en una sociedad de abierto dominio protestante. Es el día fijado en el calendario protestante, de origen anglosajón, para celebrar y dar gracias por las bendiciones divinas. Se cuenta que la fecha surgió para fijar un día especial y no como hace el calendario católico que incluye demasiadas festividades, santos y celebraciones, y remata con la navidad, la pascua y el año nuevo.
En esa fecha tan especial, se calcula –al ojo por ciento- que en esta época se consumen 48 millones de pavos. Esa cifra revela la posibilidad del inmenso negocio que se destapa en una sociedad como la estadounidense, en la que si camina, corre, vuela, piensa o sueña es business. Cada oportunidad, ceremonia o fecha es aprovechada para exacerbar el afán de lucro.
Nada se escapa del negocio. Ni la religión. Los Adventistas del Séptimo Día, una de las tantas corrientes protestantes –con el permiso de los protestantes-, constituyen una organización empresarial, concentrada en el ámbito de la salud y en difundir dietas supuestamente saludables. Estos adventistas son promotores del consumo de cereal y dos de sus miembros, John Harvey Kellogg, y su hermano William Kellogg, son los creadores del conocido Corn Flake de Kellogg, convertido en parte del desayuno diario y en modelo de consumo, que se ha difundido e impuesto como parte de la dieta diaria. Desayuna cereales y comenzaras a buscar la bendición divina.

Para entender este comportamiento es preciso anotar que desde el principio, desde su fundación, Estados Unidos es una sociedad religiosa y fundamentalista, que se guía por el puritanismo calvinista; fundamentalista porque se persigue toda disidencia, exterminó a las poblaciones indígenas, quemó a mujeres y organizó la caza de brujas, como aquellas de Salem; y lo que interesa resaltar en esta nota, es una sociedad que promueve el capitalismo salvaje, cruel y despiadado, que divide a las personas en ganadoras y perdedoras. “Mientras el catolicismo medieval condenaba, al menos de palabra, la riqueza, el calvinismo en cambio la celebra y promueve, dándole a esa riqueza carácter religioso y haciendo de ella la señal de éxito que hace a los exitosos, a los ricos, a los capitalistas, no candidatos verbales o parabólicos al fuego del infierno, como pretendían los hipócritas papistas, sino los elegidos de Dios, que así reciben  de éste la prueba divina de que lo son y a los que además de su triunfo en este mundo les espera en el otro la felicidad eterna” (Vladimir Acosta, El monstruo y sus entrañas. Un estudio de la sociedad estadounidense. Editorial Galac, 2017. P. 118).

El Padre Belandria

(Orlando Villalobos)

Se cumplen cinco años del fallecimiento de Acacio Belandria, el sacerdote jesuita que se vino al Barrio Bolívar, de Maracaibo, en 1972, a fundar comunidad, patria y esperanza. Allí vivió y permaneció casi tres décadas, hasta que en 1999 fue destinado a El Nula, en Apure, donde ejerció de párroco hasta su muerte.
En ese barrio formó organización y cosechó conciencia. Ha podido seguir la ruta acomodada de otros curas; él que se había formado con los jesuitas en Massachusets, Medellín y Caracas. Pero prefirió seguir la huella de los pobres, juntarse con el barrio y correr su suerte. En ese barrio desarrolló diversas formas de vida y organización comunitaria. Para nosotros era una referencia el trabajo del Barrio Bolívar, por su periódico popular y la creación y permanencia de la cooperativa de ahorro y consumo. Estamos hablando de los años 70 cuando eso no era común y ni siquiera era tema de conversación.
En 1987 fue nombrado párroco de otro barrio donde la lucha popular fue una bandera desde su fundación, El Manzanillo, que debe su nombre a las acciones revolucionarias que ocurrían en Cuba, contra el dictador Batista. En reconocimiento de aquellas luchas, los fundadores de esas comunidades escogieron dos nombres con mucho relieve: El Manzanillo y Sierra Maestra. Esos nombres son testimonio de que aquí siempre prevaleció la mirada que juntaba nuestra cotidianidad con lo que sucedía más allá de nuestros límites.
A pesar de ese nombramiento, Belandria siguió siendo el Padre, cooperativista y luchador del Barrio Bolívar.
Visto desde la distancia, vale el inventario de que el aporte y la siembra de gente como Belandria hicieron posible, algún tiempo después, los avances sostenidos que este pueblo tiene y sigue logrando en tiempos recientes, cuando han insurgido los consejos comunales, las comunas y un sujeto popular que dejó el anonimato y ha ido ganando terreno en la Venezuela de nuestras horas.
Un domingo, en la militancia del riesgo, lo fuimos a buscar al barrio y nos hizo saber que primero cumplía con la misa pautada y luego se reuniría con nosotros. Con él compartimos horas difíciles y espacios para la formación y la comunión, entendida como el diálogo común y la búsqueda compartida.
Era de Pregonero, estado Táchira, y contaba que un día, tendría 12 años, después de unos contactos recibió una carta donde se le decía que podía ir a Mérida, al colegio de los padres jesuitas si quería ser jesuita. Y se fue.
Era firme en sus convicciones pero sobretodo en su quehacer; juntaba su palabra solidaria con su práctica de todas las horas. Palabra y testimonio.
Su vida la registra con su palabra precisa: “Yo no he tenido que hacer mucho esfuerzo para entrar en el mundo de los pobres, porque nací y me crié en él. Mi familia nació y se crió en la Venezuela de los años 30 y 40. Era la Venezuela rural. En aquel entonces vivíamos muy pobremente, sólo que, a diferencia de la pobreza de hoy, nuestra pobreza era serena, sin angustia. Porque no es lo mismo ser pobre en un mundo de escasez, que vivir pobremente en un mundo de mucha abundancia como la que tenemos hoy. Pero ¿qué es lo que más me ha tocado mi sensibilidad de pastor? Los sufrimientos de toda índole, las angustias, la marginación, la explotación, la inseguridad, el silencio obligado, la impotencia, y el desprecio que padecen los pobres sometidos a vivir en esta sociedad. Una sociedad donde el dinero lo es todo y la persona un mero objeto. Una sociedad toda mentira, viveza, hipocresía, dominación, poder, apariencia. El hombre y la mujer pobre tienen que sobrevivir en medio de toda esa inmundicia. ¡Y sobreviven! Por eso creo en el pobre, en sus potencialidades, en sus esperanzas y en su espíritu de lucha”.




Canciones


 (Orlando Villalobos)

I
La emoción invadió a los presentes cuando Alfredo Sadel se subió a la tarima, del camión improvisado, en la calle Ramírez, de San Félix, en Ciudad Guayana. Esa tarde cantó la Internacional –“De pie los pobres del mundo”-, el clásico tema que ha recorrido todos los confines. Era una concentración de trabajadores, que reunía a la gente de Sidor, Alcasa, Venalum y las otras plantas obreras. Allí se reunían para reclamar otras condiciones de trabajo y vida, y para sembrar vientos huracanados de cambio. Sadel fue uno de los cantantes más populares. Ese día de 1982 se había comprometido con estar allí, esa tarde, y allí estuvo contra los pronósticos pesimistas.
La Internacional es un poema convertido en himno obrero que nació en París, de la imaginación de Eugene Pottier, protagonista directo de lo que se conoce como la comuna de París, en el siglo XIX. La canción tiene todas las traducciones, pero su eco poético rebelde nunca se ha apagado.

II
La violencia de género, el sexismo y la misoginia; la discriminación contra la mujer es un mal arraigado en nuestra cultura. ¿Está en el ADN cultural? Una evidencia siempre a la mano del fenómeno son los hechos de violencia contra la mujer que registran los medios masivos.
La música muestra ese universo simbólico común, cotidiano. Aparece tantas veces en las canciones que cuando uno se decide a escoger una minúscula muestra se sorprende de la frecuencia de esta huella. Aquí reúno estas perlas (o dislates).
“No llores por un bobo/ si él te deja sola yo te robo/ te llevo a un lugar escondido/ donde podremos estar solos” (Bobo/ J. Balvin).
“Nena, eres a quien yo quiero/ pagaré por tu visa, haré que viajes frecuentemente/ Nena, ponerte en cuatro, sentarme en él/ Nena, tu trasero está bien y estás en forma/ te daré todo lo que tengo en mi billetera/ y en mi bolsillo” (Too good, Drake y Rihanna).
“Y que los tragos, hicieron estragos en su cabeza/ ella con cualquiera no se besa/ te dije mami, tómate un trago/ y cuando estés borracha pa mi casa nos vamos/ Me sorprendió cuando sacaste ese cigarro/ tomaste tanto que lo has olvidado/ te estoy buscando para ver si lo repetimos/ esa noche que bien lo hicimos/ entre tragos nos desvestimos/ las botellas que nos tomamos/ a la locura que nos llevaron” (Borro cassette/ Maluma)


III

Lo cuenta Chico Buarque en “Construcción”. Un albañil que trabajaba en la construcción de un edificio perdió el amor, la cabeza y terminó aplastado en plena vía. “Flotó en el aire hecho un pájaro (…) y murió a contramano”.
La letra es un rompecabezas.
Amó aquella vez como si fuese última
(…) y atravesó la calle con su paso tímido
subió a la construcción como si fuese máquina
(…) comió su pan con queso cual si fuese un príncipe
bebió y sollozó como si fuese un náufrago
danzó y se rio como si oyese música
y tropezó en el cielo con su paso alcohólico
y flotó por el aire cual si fuese un pájaro
y terminó en el suelo como un bulto fláccido
y agonizó en el medio del paseo público
murió a contramano entorpeciendo el tránsito


IV
Es gente hasta que consigue ingresar como policía. De allí en adelante comienza la metamorfosis, la construcción social del policía que avasalla y reparte palos. La banda argentina 2 Minutos, punk rock por los cuatro costados, lo anota: “Ya no sos igual/ sos un vigilante de la Federal”. Nada menos. Esta banda narra la historia de Carlos, un muchacho del barrio quien una vez que consigue el empleo de policía ve a sus vecinos y amigos como seres extraños y amenazas. “Por las noches patrulla la ciudad molestando y levantando a los demás”, dice la canción. Pero el tema deja una amenaza al final: “él sabe muy bien que una bala en la noche en la calle espera por él”.

Ya no sos igual / Banda 2 minutos

Carlos se vendió al barrio de Lanus,
El barrio que lo vio crecer.
Ya no vino nunca más por el bar de Fabián
Y se olvidó de pelearse los domingos en la cancha.
Por la noche patrulla la ciudad
Molestando y levantando a los demás.

V
Es una canción que habla de la guerra y se ha propagado de generación en generación. Pobre Mambrú no tuvo mejor suerte, se fue a una guerra, no sabemos cuál, ni importa. Desde temprano esa palabra se nos asoma en el imaginario infantil, como si fuera inevitable el extravío. La canción no nos habla de un pacifista o de alguien que busca la paz. Al contrario se fue a una guerra y no sabemos cuándo vendrá. Qué mala es la guerra.
Adornos más, o menos, es una canción de guerra y Mambrú es un guerrerista. Cuenta una leyenda que la canción la echaron a rodar los franceses cuando a principios del siglo XVIII perdieron una batalla contra los británicos, sin embargo, pensaron que habían aniquilado a uno de sus enemigos británicos, el duque de Marlborough, nombre que llegó a nuestras costas como Mambrú, más fácil de pronunciar.
Es un contrasentido pero es así. Desde niños nuestro ADN cultural va conociendo la guerra.


Invicto


 (Orlando Villalobos)

En una decisión controversial, Jean Paul Sartre rechazó el Nóbel de literatura en 1964. Lo criticaron y acosaron pero el escritor se mantuvo inalterable. Le dijeron, “acéptalo aunque sea por el dinero, porque tú no tienes casa propia”, pero nada. Era Sartre.
El tiempo va mostrando, fuera de toda duda, que el Nóbel es un premio que sirve para arteras jugadas políticas. Se ha entregado a comprobados “señores” de la guerra. Ahí está Juan Manuel Santos en 2016. Henry Kissinger, quien lo obtuvo en 1973, después de haber estado entre los autores del golpe militar de Pinochet y luego de la llamada Operación Cóndor, una criminal campaña estadounidense de asesinatos, tortura y desapariciones en América Latina. "Lo ilegal lo hacemos de inmediato, lo inconstitucional se tarda un poco más", según la revelación de Wikileaks, fueron las palabras con las que Kissinger se dirigió alguna vez al Ministro de Asuntos Exteriores de Turquía. La frase lo expone de cuerpo entero.
Obama otro laureado de la paz, en 2009, es considerado el presidente estadounidense que más agresiones lanzó contra otros países. Su lista de ataques fue desde Paquistán hasta Somalia, diseñó la operación de bombardeos contra Libia y en su administración se hizo moneda corriente la deportación de inmigrantes.
Son demasiados los casos de personajes de la guerra que han recibido ese premio. Por eso, la decisión de Sartre gana cada vez más significado y se agiganta en el tiempo. No se dejó someter y acabó con la frase hecha que dice, “déjalos correr que cada quien tiene su precio”. Después de Sartre sabemos que eso no se parece a la verdad.
Después de ese gesto, la figura del que se somete y doblega, por cuatro conchas de naranja, queda hecha pedazos.

Como este es un debate de todos los días conviene recordar la explicación personal y política que hace Sartre de su posición. Dice Sartre (en Le Nouvel Observateur, París, 19 de noviembre de 1964): “Si hubiera aceptado el Nóbel –y aunque hubiera hecho un discurso insolente en Estocolmo, lo que hubiera sido absurdo- habría sido recuperado (por el sistema) (…) Cuando se trata de un hombre aislado, aunque tenga opiniones “extremistas” se le somete o recupera necesariamente de un cierto modo, coronándolo. Es una manera de decir: ´Finalmente es de los nuestros’. Yo no podía aceptar eso. Algunos diarios me han atribuido razones personales: estaría herido porque Camus lo había obtenido antes… tendría miedo que Simone de Beauvoir se sintiera celosa, a lo mejor era un alma bella que rechazaba todos los honores por orgullo. Tengo una respuesta simple: Si tuviéramos un gobierno de frente popular –como yo lo deseo- y que me hubiera hecho el honor de concederme un premio, lo habría aceptado con placer (…) Rechazo 26 millones y me lo reprochan, pero al mismo tiempo me explican que mis libros se venderían más porque la gente va a decirse: ‘¿Quién es éste atropellado que escupe sobre semejante suma?’. Mi gesto va pues a reportarme dinero. Es absurdo pero no puedo hacer nada. La paradoja es que rechazando el premio no he hecho nada. Aceptándolo hubiera hecho algo, me habría dejado conquistar por el sistema”.