(Orlando
Villalobos)
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Los textos que aquí se
reúnen son el resultado de la fuerza que busca hacerse sentir para exponer
certezas y convicciones, y al mismo tiempo dudas e interrogantes. En todo
momento, han hecho posible que pueda pensar en voz alta para conversar y decir.
A veces para defender un punto de vista, otras veces para llamar la atención
sobre algo extraordinario, que no debería pasar de manera inadvertida.
Estas son historias
pequeñas, múltiples miradas, que muestran lo que somos, con sus pasiones,
pequeñas victorias y a veces los dolores.
A ratos son crónicas
de lo cotidiano, que se alejan, lo más que pueden, de los manuales que
codifican el relato hegemónico, conocido, celebrado, que nada con la corriente
a favor.
Estas son historias
pequeñas que buscan el registro de otras voces, que intentan interpretar estas
cotidianidades cada vez más complejas, y entender lo que nos ocurre, en lo
personal, y como comunidad, como país, como suele decirse.
El atrevimiento va más
allá. Quiere mirar ir más allá de los caminos que encontramos hechos, de la
propaganda que nos repiten, y de las etiquetas políticas que nos limitan.
Los textos aquí se
autoconvocan y se juntan. Crean y recrean un mundo, que puede verse como algo
aparte, pero que responden a una finalidad precisa: registrar las horas y las
emociones, desde la perspectiva personal e intransferible.
Algo ha cambiado.
Vivimos en tiempos de transiciones aceleradas. Pasamos del reino del imperio de
la tinta y el papel al mundo digital o electrónico. Nuevos mitos nos acechan.
Unas supuestas redes
sociales dicen que van a sustituir la familia, los camaradas, los amigos del
trabajo, los vecinos y la religión. En realidad son redes virtuales, una
burbuja de ilusión. Allí estás y no estás; te tengo y no tengo. Pero no es poco
lo que ocurre. Estas redes tienen usados, no usuarios. En Internet creas una
”cuenta”. Este término es el mismo que usan los bancos cuando tienes
que guardar y administrar tu dinero. En Facebook hay dos conceptos que se
trastocan: biografía y amistad. Biografía es la trayectoria de alguien a través
de la vida. Ahora puede ser lo banal que la persona coloca en un campo que
lleva ese título: biografía: “Amanecí sin jabón”, “me mata el calor”, vanidad
de vanidades. El drama está en que si se banaliza tu biografía también se
banaliza tu vida. No se sabe dónde está lo valioso. Lo mismo sucede con el
concepto de amistad. Siempre se le consideró decisivo para el buen vivir. Ahora
es la “acumulación capitalista de contactos y de “me gusta” como signo que
supuestamente vincula”[1]. Abunda el narcicismo y el exhibicionismo. Hay mucho
contacto y nada de comunicación verdadera, aquella que los clásicos entendieron
como el acto de verse, mirarse, conocerse, apoyarse, complementarse y tocarse.
Esta era nos obliga a
re-pensarnos y re-situarnos para no correr detrás de la computadora. Ya sabemos
que “alguien
tiene que sembrar y cosechar arroz mientras otros están navegando en la web”[2].
Cuando recorro de
nuevo estos textos, para quitarles el polvo del camino, o para sumar un nuevo sustantivo,
concluyo que bastante caso le hice a lo que recomienda Sully Prudhomme[3]: “Seamos como el pájaro /
posado por un instante /en una rama frágil /que siente moverse /pero entretanto
canta /porque sabe que tiene alas”. Lo que ha tenido que ser dicho se ha dicho.