Los textos que aquí se reúnen son el resultado de la fuerza que busca hacerse sentir para exponer certezas y convicciones, y al mismo tiempo dudas e interrogantes. En todo momento, han hecho posible que pueda pensar en voz alta para conversar y decir. A veces para defender un punto de vista, otras para llamar la atención sobre algo extraordinario, que no debería pasar de manera inadvertida.
Estas son historias pequeñas, múltiples miradas, que muestran lo que somos, con sus pasiones, pequeñas victorias y a veces los dolores.
A
ratos son crónicas de lo cotidiano, que se alejan, lo más que pueden, de los
manuales que codifican el relato hegemónico, conocido, celebrado, que nada con
la corriente a favor.
Estas
son historias que buscan el registro de otras voces, que intentan interpretar
estas cotidianidades cada vez más complejas, y entender lo que nos ocurre, en
lo personal, y como comunidad, como país, como suele decirse.
El
atrevimiento va más allá. Quiere mirar ir más allá de los caminos que
encontramos hechos, de la propaganda que nos repiten, y de las etiquetas
políticas que nos limitan.
Los
textos aquí se autoconvocan y se juntan. Crean y recrean un mundo, que puede
verse como algo aparte, pero que responden a una finalidad precisa: registrar
las horas y las emociones, desde la perspectiva personal e intransferible.
Algo
ha cambiado. Vivimos en tiempos de transiciones aceleradas. Pasamos del reino
del imperio de la tinta y el papel al mundo digital o electrónico. Nuevos mitos
nos acechan.
Unas
supuestas redes sociales dicen que van a sustituir la familia, los camaradas,
los amigos del trabajo, los vecinos y la religión. En realidad son redes
virtuales, una burbuja de ilusión. Allí estás y no estás; te tengo y no tengo.
Pero no es poco lo que ocurre. Estas redes tienen usados, no usuarios. En
Internet creas una ”cuenta”. Este término es el mismo que usan los
bancos cuando tienes que guardar y administrar tu dinero. En Facebook hay dos
conceptos que se trastocan: biografía y amistad. Biografía es la trayectoria de
alguien a través de la vida. Ahora puede ser lo banal que la persona coloca en
un campo que lleva ese título: biografía: “Amanecí sin jabón”, “me mata el calor”,
vanidad de vanidades. El drama está en que si se banaliza tu biografía también
se banaliza tu vida. No se sabe dónde está lo valioso. Lo mismo sucede con el
concepto de amistad. Siempre se le consideró decisivo para el buen vivir. Ahora
es la “acumulación capitalista de contactos y de “me gusta” como signo que
supuestamente vincula”[1]. Abunda el narcicismo y el exhibicionismo. Hay mucho
contacto y nada de comunicación verdadera, aquella que los clásicos entendieron
como el acto de verse, mirarse, conocerse, apoyarse, complementarse y tocarse.
Esta
era nos obliga a re-pensarnos y re-situarnos para no correr detrás de la
computadora. Ya sabemos que “alguien tiene que
sembrar y cosechar arroz mientras otros están navegando en la web”[2].
Cuando
recorro de nuevo estos textos, para quitarles el polvo del camino, o para sumar
un nuevo sustantivo, concluyo que bastante caso le hice a lo que
recomienda Sully Prudhomme[3]: “Seamos como el pájaro
/ posado por un instante /en una rama frágil /que siente moverse /pero
entretanto canta /porque sabe que tiene alas”. Lo que ha tenido que ser dicho
se ha dicho.