martes, 21 de diciembre de 2021

Para no conformarnos con los resultados electorale


(Orlando Villalobos Finol)

I

Es aterrador el testimonio de Luis Barreto, de la comunitaria Explosión 88.7, de Santa Bárbara de Barinas. Contó que una vez consumada la victoria del candidato conservador a la Alcaldía, el propio alcalde electo, junto a más de 60 personas, en tres camionetas, se presentaron en su modesta casa, en plan agresivo. De facto, silenciaron la radio. Cortaron los cables, rompieron el medidor de electricidad, golpeaban la puerta y le gritaban que saliera. En vista de que no cesaban, le dijo a su compañera: “Vienen por mí y voy a salir”. Por fortuna este ataque brutal no finalizó en tragedia y Barreto pudo echar el cuento.

En Mérida otras dos comunitarias fueron atacadas y sus promotores amenazados, después del domingo de las elecciones,  en los municipios Arzobispo Chacón y Andrés Bello, La Azulita 107.3 FM entre éstas.

Llegamos a esas elecciones de noviembre después de muchas conversaciones y diálogos, para reencauzar la ruta electoral e institucional. Tantas negociaciones abrieron el horizonte a una reconfiguración que tuvo muchas expresiones: El organismo electoral –CNE- es plural, con una composición de 3 a 2. Nadie allí hace el papel de ingenuo. Esos dos son activistas/ dirigentes de la oposición. Se produjo el retorno a la vía electoral de grupos de derecha, promotores hasta hace poco de agresiones contra el país –las “sanciones” unilaterales- y de acciones violentas –las guarimbas-. Para las elecciones vinieron la Unión Europea, un equipo de la ONU, el Centro Carter y más observadores. Faltó la OEA pero… recordemos que cuando este organismo acompañó unas elecciones en Bolivia, en 2019, después convalidó un golpe de Estado.

¿Dónde está esa reconfiguración si grupos de derecha cuando ganan se lanzan en plan de arrase, desconociendo al otro, como parte de un esquema prepolítico amigo/enemigo? En lugar de una oposición democrática sobresale el germen fascista de la revancha y el odio.

II

Seis de cada 10 venezolanos se abstuvieron en las elecciones regionales del 21 de noviembre. El dato confirma una tendencia. Aquí, al igual que en otros países, se evidencia la desafección y la pérdida de interés por la política.

Fijémonos en estas cifras. En las presidenciales de 1958 la abstención fue de 6.58 y a partir de allí comenzó a crecer. Así encontramos que en 1978 subió a 12.43, en 1988 a 18.1 y en 1993: 39.84. En 1998, cuando gana Chávez, por primera vez, baja levemente a 36.54. En 2000 vuelve a subir a 43.69. Así hasta hoy. Las presidenciales de 2018 registraron 53.3 de ausentismo.

Se mira más hacia otros problemas derivados de la situación económica y la inseguridad. Se reduce la disposición a votar, ¿Por qué se deja en manos de otros esa decisión? ¿Se piensa que la política no cambiará nada? Incluso un estudio de Latinobarémetro, de 2018, reconoce que crece la desconfianza por la política y el modelo de “democracia” de por estos lados.

Dejemos dicho que para el proyecto de cambio social que no haya interés por lo público y ciudadano se convierte en un obstáculo; que haya pereza por el debate y la evaluación de quienes aplican políticas que benefician a los poderosos es un hándicap en contra. Así cuesta más que se identifique a los dueños del capital, a quienes lo someten al colonialismo. Así la lucha de clases se hace más opaca, justamente lo que conviene a quienes se comportan como los propietarios de todo esto; el llamado status quo, según la frase acomodada.

III

El chavismo ganó las elecciones regionales, del 21 de noviembre. Se queda con 20 triunfos de 23 (todavía falta por decidirse Barinas). Si lo revisas fríamente es mucho. Son 4 de cada 5 gobernaciones en disputa y 2 de cada 3 alcaldías.

El resultado, no obstante, merece ser ponderado. La votación global del chavismo disminuyó y eso se refleja en las más de 100 alcaldías que le quedan a la oposición derechista. Sigue siendo la primera fuerza política pero se nota agotamiento. ¿Perdió eficacia su mensaje/ discurso revolucionario? ¿Es cada vez más notoria la contradicción entre lo que dicen dirigentes y altos funcionarios, y la práctica de ventajas crematísticas, consumo, ostentación de poder y uso de camionetas que hacen?.

Cabe revisar cada política promovida. Hay casos como el de la derrota en Zulia donde se deja ver el efecto del discurso de descalificación contra propios, extraños y aliados; ese sectarismo que espantó votos, ese desdén por la organización de lo que se proclama como el poder popular. A la gobernación se perdieron 287.678 votos.

“Desde una mesa repleta cualquiera decide aplaudir/ La caravana en harapos de todos los pobres/ Desde un mantel importado y un vino añejado/ Se lucha muy bien desde una casa gigante/ Y un auto elegante se sufre también/ En un amable festín se suele ver combatir”, dice el exigente Silvio Rodríguez, en Canción de Harapos.

¿Por qué se pierde encanto y reflotan desgastadas figuras de la tradición de derecha, del modo Rosales? Ojo con lo que dice la socióloga argentina María Pía López: Quizás el gobierno -y quienes acompañamos- naturalizamos más los espantosos índices de pobreza de lo que lo hicieron, con justa razón, quienes entran en esa cuenta. Se gobernó como si fuera posible una cierta normalidad con millones de pobres”. Ahí está. Si la política no conlleva acciones radicales, de verdad, si no es herramienta de transformación para mejorar la vida se ve como dispendio, como ventaja para vivir bien, sin tomar en cuenta al pueblo. Obras son amores… o no son. Si a una enfermera, un maestro, un profesor universitario, un obrero, un empleado público, el salario se le acabó y eso no nos arrecha, si no se hace nada por cambiarlo, no sirve. Sería como pretender mirar para otro lado, en medio de precariedades y padecimientos.

Cabe recordar al Fedor Dostoievski de "Crimen y castigo": "En la pobreza, uno conserva la nobleza de sus sentimientos innatos; en la indigencia, nadie puede conservar nada noble." Todo eso estuvo –y estará en juego- en cada próxima confrontación política y electoral.

Siempre la política es un reto y ahora más. ¿Qué queda? Renovar el liderazgo, relanzar las políticas públicas, tener la capacidad de hacer oposición, donde corresponda, y relanzar la utopía.

 

 

 

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