Orlando
Villalobos Finol*
Emmanuel
Macron, presidente de Francia, abrió fuegos el 16 de marzo de 2020: “Estamos en
guerra”. Así habló a su país sobre la llegada de la COVID-19; un nuevo enemigo
tocaba la puerta. Trump no se quedó atrás y dijo que se veía como un presidente
en tiempos de guerra.
Así, el
lenguaje político hegemónico impone la metáfora bélica, en la época de esta
pandemia por coronavirus. Es la supuesta guerra contra el virus. Total, el
culpable es el otro, invisible, extraño, extranjero, raro, inmigrante.
La metáfora
bélica señala a un enemigo y oculta lo inocultable, que detrás de la pandemia
por la COVID-19 está la crisis ecológica, después de tanto ataque implacable y
persistente a la naturaleza, los modelos de maldesarrollo, la deforestación, la
destrucción de ecosistemas y de la biodiversidad, la insalubridad, por un
sistema capitalista que busca maximizar la ganancia en cada hora y segundo,
llevándose todo los demás por delante, flora y fauna, seres vivos, el planeta
entero si es preciso, nuestra casa común, según la denominación del Papa
Francisco.
Se oculta
que en Canadá, un país de 38 millones de habitantes, el primer ministro Justin
Trudeau firmó contratos con siete farmacéuticas para obtener más de 400 millones
de dosis, cinco veces más de las que utilizarán en el país. Hace visible de ese
modo que algunos países poderosos acaparan las vacunas y a los otros que se los
lleve la parca.
La profecía
de Naomi Klein va tomando cuerpo, la crisis generada por la pandemia se va
convirtiendo en una nueva oportunidad para repetir la fórmula del capitalismo
del desastre o “doctrina del shock”. Se ponen en práctica políticas que
profundizan la desigualdad y las élites –clases dominantes- se enriquecen… ¿Más
todavía?.
La tal
“nueva normalidad” al principio se presentaba como una novedad. Un año después,
de la llegada del virus, los datos a la mano indican que no se vislumbra un
paraíso prometido; que si no hay un giro trascendente, lo que viene puede ser
peor en condiciones sociales y ecológicas que el mundo que dejamos atrás.
Como dice el
profesor Lusbi Portillo será dura la lucha por la defensa de los suelos, aguas
y bosques; y por las distintas formas de vida y cultura.
El reto
para cada uno de nosotros es inmenso, colosal. En lo personal, nos toca vencer
la adversidad y abrir caminos. Como colectivo o ciudadanía, reclamar que
nuestro gobierno ponga el cuidado de la vida en el centro. Eso nada más.
*Periodista/ profesor emérito de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Zulia
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