jueves, 18 de diciembre de 2008

Pinche gringo



(Orlando Villalobos)

I

En el taxi que me saca de la colonia Izcalli, en el Estado de México, una chava que lo había tomado primero, trata de convencerme de que a México no le convenía el triunfo probable, en ese momento, de Barak Obama.
Sus razones marchan de la mano de las falacias mediáticas. Repite que México necesita del Tratado de Libre Comercio (TLC) y que Obama lo va a eliminar, y en consecuencia, pobre de los mexicanos. Para ella Obama es “un pinche gringo”.
El suyo no es un caso insólito, ni mucho menos. Una parte de los mexicanos se acostumbró a cifrar su esperanza en USA, en su american way life, en sus hamburguesas, en sus cantos de sirena. Prefieren mirar y emprender la ruta hacia el norte. América Latina les suena como sinónimo de pobreza. Dios vive en el Norte, no en el Sur. La clase media se alista para acceder a los requerimientos de la inmigración norteamericana. Los estratos pobres intentan por miles cruzar la frontera, a cualquier precio y a cualquier riesgo. Son los espaldas mojadas. En fin de cuentas, México queda muy cerca de Estados Unidos y muy lejos de Dios.
El México de la épica de Pancho Villa y Emiliano Zapata, que nos acostumbró a ver el cine de Jorge Negrette, Pedro Almendáriz y Gabriel Figueroa se deshace, abandona su orgullo y se somete dócilmente a la pauta consumista trazada por la poderosa industria cultural que viene del otro lado.
La realidad es la verdad que acomodan los medios masivos. La historia, en cambio, suele ser terca. Desde 1994 está en vigencia el Tratado de Libre Comercio firmado entre México, Estados Unidos y Canadá. La experiencia para el agro es funesta. Los salarios reales son menores y ha crecido la pobreza rural. Se destruyeron empleos más rápido que los que se crearon. Los bancos, en manos del capital financiero extranjero, no están interesados en dar pequeños créditos a los pobres mexicanos, que son los agricultores del maíz y el frijol. Sin créditos, ni apoyo, no pueden competir con los maiceros de EEUU que reciben altas subvenciones estatales.
Cuando se firmó el TLC, México negoció conservar por 15 años los aranceles para el maíz, el frijol, la leche y el azúcar. Sin embargo, el período de protección expiró en 2008. También las frutas y vegetales mexicanos son vistos como probables focos de infección y por tanto saboteados. No hay equidad, ni reciprocidad. Los resultados son obvios: aumentan las importaciones y se pierden empleos en el campo.
La crisis del campo se refleja en esta noticia del periódico, de principios de diciembre. “Ahora comer frijoles resulta más caro que consumir pollo, y es que el kilogramo del primer producto básico llegó a 30 pesos (…), en cambio el pollo se mantiene a 22 pesos. Con esos ochos pesos de diferencia una ama de casa podría comprar un kilo de naranja o medio kilo de tortillas, según los precios actuales en los mercados de Mazatlán”.
Como consecuencia de la ruina del campo y del crecimiento de la pobreza, más mexicanos son empujados a buscar el sueño dorado norteamericano. En los hechos, México expulsa su mano de obra a USA. Cada año 600 mil mexicanos se exilian por necesidad en Estados Unidos. El dato es alarmante. Los espaldas mojadas se someten a riesgos y chantajes. Primero han sido los adultos, ahora no hay excepciones. Según datos oficiales, durante 2007 fueron repatriados desde Estados Unidos un total de 35.546 niños y adolescentes mexicanos, de los cuales 17.553 intentaron cruzar la frontera sin compañía alguna, mientras que los restantes (17.993) viajaron acompañados por familiares o personas cercanas. Para frenar la inmigración ilegal, USA levanta el muro de la vergüenza. George Bush anunció un presupuesto de más de mil ochocientos millones de dólares para construir ese muro fronterizo de más de 1.100 km2, que tiene el infame propósito de cerrar la frontera, tapiarla, para impedir el paso de ilegales mexicanos a Estados Unidos en busca de trabajo.

II
Frida Kahlo está de regreso, seguramente incluso en contra de su voluntad. Con motivo de los cien años de su nacimiento se ha desatado el fenómeno de la fridomanía. Su leyenda recorre películas, afiches, libros y tertulias. Los jóvenes recuperan su espíritu rebelde y exhiben su fotografía.
Convertida en símbolo de la contracultura, Frida crece junto al México que demanda explicaciones o que no se apega a las normas y convenciones. Por eso las tribus urbanas –emos, punk, dark- del Tianguis del Chopo reproducen sus imágenes y de muchas maneras muestran su identidad con ella.
Junto con su leyenda, crece el México inconforme que admira su pasado precolombino y se desconcierta ante la incertidumbre del drama actual. El incremento de la pobreza y de la desigualdad social, su conversión descarada en patio trasero de USA, el alejamiento de su gobierno del mapamundi latinoamericano.
Es el México de las culturas híbridas de García Canclini, el laberinto solitario de Octavio Paz, el Comala de Juan Rulfo, las canciones de Lila Downs, el regreso mítico del zapatismo. Es el México que obedece la voz de los aztecas y que a veces sin saberlo se resiste, con la magia de sus dioses, al avasallamiento de una industria de medios masivos que de tanto repetirlo cree que todo lo que toca puede convertirlo en mercancía.

III
Muy cerca del Zócalo, el ombligo de México, desde una carpa un grupo de militantes del PRD hace lo imposible por explicar cómo es que le robaron las elecciones a López Obrador, “El peje”. En México la historia es que la izquierda no ha podido ganar elecciones y unos tras otros se han sucedido gobernantes, cada cual más neoliberal que el anterior. El actual, Felipe Calderón, está intentando privatizar la industria petrolera, Pemex.
La izquierda electoral mexicana estuvo a punto de ganar las elecciones en julio de 2007. Perdió por menos de un punto porcentual. El candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, agrupación principal de la alianza de oposición, nunca reconoció esa victoria. La consideró resultado del fraude y de la acción de la mafia política. El candidato derrotado lleva a cabo una campaña que denomina del gobierno legítimo frente al gobierno usurpador y espurio.
Como muestra de su protesta, el 20 de noviembre, fecha aniversario de la revolución mexicana, porque el pueblo se sacudió la dictadura porfirista, López Obrador organizó un plantón multitudinario en el Zócalo y se proclamó como presidente legítimo. Ese día Silvio Rodríguez cantó “Rabo de nube” y “Ese hombre”. Con esta canción el cantautor cubano le recordó a López Obrador: “Ese hombre que por hechos o por dichos/es amado tanto/ese hombre que por hechos o por dichos/es alabado tanto/se cuide de sí, se cuide de él solo/porque hay un placer perverso en creer/merecerlo todo/se cuide de sí, se cuide de él solo/porque el mismo don que lo levantó/puede ahogarlo en lodo”. Así dice la letra.
En fin, a López Obrador le faltó un tilín para ganar. Por eso se ha debatido acerca de si lo que hizo el subcomandante Marcos fue acertado o justo. El desarrolló “la otra campaña”, proponiendo una noción diferente de la política. Su idea es que hay que existir para el bien de la humanidad, es decir, para la justicia. “Ojo: no dije “para tomar al poder”, ni “para llegar a un cargo público”, ni para “pasar a la historia”, ni “para desde arriba solucionar lo de abajo”. Digo, en cambio, nombrar y traer acá a esa otra gran ausente en el camino del de abajo: la justicia”, aclara.
Marcos es un símbolo de la resistencia indígena. No tiene un partido, ni va a la televisión. Pero su palabra es un documento. Por eso dolió que no apoyara a López Obrador. Durante esas presidenciales de 2007 mostró diferencias con la izquierda electoral. De allí no se movió.
Ahora el PRD vive una profunda fractura. En su interior las distintas corrientes pelean a cuchillo. López Obrador es una referencia, al igual que Cuatemoc Cárdenas y Marcelo Ebrard, pero son demasiadas las diferencias.
La situación mexicana es interesante, por lo difícil del momento, pero el liderazgo popular naufraga y por mucho que lo intenta todavía no da el salto cualitativo.

IV
El poderoso dueño de Televisa, Emilio Azcárraga padre, decía: “La mayoría de los mexicanos llevan una vida muy jodida y la va a seguir llevando. Por eso, nosotros tenemos que endulzársela”. Esa filosofía de quincalla basta y sobra para que día a día se le recete a la audiencia mexicana una dosis adecuada de banalidad, consumismo y desinformación.
Cuando se hace referencia a Televisa uno no sabe si está ante la dictadura de la información o frente a una fábrica de mentiras. Desde esta planta se ha contribuido a darle forma y contenido a la hegemonía que perdura desde principios del siglo XX. La llamada dictadura perfecta mexicana se sustentó en dos pivotes. El PRI, el partido, y Televisa, el canal que garantizaba el contexto de la dominación. Lo demás se daba por añadidura.
En los tiempos que corren el paisaje experimenta cambios. El PRI se ha debilitado y se disputa con el PAN el espacio del conservadurismo. Soplan vientos diferentes pero el dinosaurio todavía muerde con rabia. Azteca TV es el otro canal con potencia, pero siete de cada diez televidentes se enganchan con Televisa.
Televisa es la república de la televisión, el monopolio o casi monopolio, el poder de facto. Influye en la campaña; promueve y desbarata candidatos. Como demostración de su poder se inventaron e hicieron aprobar en el Congreso la Ley Televisa, que modificó las reglas del juego y le regaló el espectro electromagnético, propiedad pública de la nación, a las televisoras privadas para la conversión a la televisión digital y para garantizarse la concentración de la propiedad de los medios. Con esa sola ley modificaron la Ley Federal de Telecomunicaciones y la Ley Federal de Radio y Televisión. Todo en un solo paquete.
En resumen, manda Televisa que impone sus telenovelas con el desfile de misses con pechos operados, que coloca a los indígenas en el papel de extraños por su tierra, que todavía quiere ocultar el volcán en erupción que se genera como resultado de la exclusión grosera, insólita e inaceptable.
No obstante, el México profundo ya está en movimiento y poco a poco nos irá dando sorpresas, porque como dice el poeta John Berger, “la resistencia comienza cuando dejamos de pensarnos como nos piensa el poder”. De algo así se trata.