jueves, 1 de diciembre de 2022

JULIO ESCALONA, DISIDENCIA Y POLíTICA REBELDE


(Orlando Villalobos Finol)



Julio Escalona Ojeda es una Venezuela, representa un imaginario, una tendencia que va más allá de la política y se convierte en llamarada cultural, artística y poética; en fin, patrimonio inmaterial. Como él otros y otras sembraron patria y labraron surcos.

Más allá de cualquier reconocimiento, también hay que ponderar que las luchas de ayer dieron paso a muchos derechos de hoy; que el cambio social es una trama compleja y difícil, y sigue adelante a pesar de las barreras y sobresaltos.

A lo largo de varias décadas, la voz de Julio Escalona aparece para preguntar y dudar, criticar y diferir de políticas y gobiernos. Intenta siempre abrir caminos para lo contrahegemónico y lo alternativo. Levanta banderas revolucionarias, y ya esa palabra dice bastante.

En la década de los años 50, fue activista contra la dictadura de Pérez Jiménez, en los 60 fue estudiante de economía en la UCV y dirigente estudiantil, en los 70 da un giro de muchos grados y se lanza con la Liga Socialista, “para la política abierta y legal, e incursionar en las instituciones burguesas” –en sus palabras-. En la década de los 80 y 90 participa de experiencias de organizaciones sociales. A partir de 1984 se incorpora como profesor en la UCV. Con la victoria electoral de Hugo Chávez en 1998 cambia la política venezolana. En el periodo 2010-2014 fue nombrado embajador alterno permanente ante la ONU. Por más de 15 años fue columnista del diario Ultimas Noticias.

Su nombre está ligado a procesos de lucha por la democracia y el socialismo, por superar la desigualdad y por “conquistar el cielo por asalto”, una consigna del mayo francés. Es militante, activista y protagonista de la política venezolana, tenaz y generoso, polémico y arriesgado. Cosechó victorias y reconoció muchas veces sus errores y derrotas, como cuando entendió que había sido derrotado el movimiento insurgente y guerrillero de los años 60. O cuando la izquierda cayó en la división y en el debate que no iba para ninguna parte.

Navegar sin naufragar

La historia viva registra nombres y episodios, decisiones y omisiones, vidas y pasiones, en las cuales hallamos enseñanzas y claves para entender los escenarios actuales y, como dicen los viejos marineros, para navegar sin naufragar. Julio Escalona es, sin duda, uno de esos nombres o personajes.

Nació en Valencia, cerca del Campo de Carabobo, el 9 de enero de 1938. De familia campesina, supo de limitaciones económicas. Acompañaba a su padre José Elías Escalona, un campesino que se buscaba la vida desde antes del amanecer, en un tiempo como vendedor ambulante y después como pulpero, en el cruce de la calle López con la avenida Montes de Oca, en el sur de Valencia.

Estudió en el liceo Pedro Gual, de Valencia. Sus estudios de economía los inició en octubre de 1956, en la UCV. Vivió en la residencia universitaria, así que desde temprano supo de reparto de volantes, marchas y proclamas contra la dictadura de Pérez Jiménez. Promovió la huelga estudiantil universitaria del 21 de noviembre de 1957 –a partir de entonces el 21 de noviembre se conmemora como el Día del Estudiante Universitario-. También acompañó la insurgencia militar del 1 de enero de 1958, en Maracay, encabezada por el coronel Hugo Trejo. Estas acciones sumaron aguas al vendaval que finalmente origina el 23 de enero de 1958, que acaba con la dictadura.

Se graduó en 1961. Ya para entonces tenía recorrido en la militancia política. Ese año participó como dirigente juvenil en la fundación del MIR, partido que se escinde de AD.

La juventud del MIR

A principios de los años 60 se expresó en los debates que ocurrían en AD. Desde el gobierno ese partido promueve y ejecuta políticas en favor de los poderosos. Con Rómulo Betancourt en la presidencia de la república, AD había renunciado a muchas de sus banderas de justicia social y se amoldó a las políticas delineadas por Estados Unidos.

Después de la dictadura hay un reacomodo de fuerzas y de clases. Los reclamos y movilizaciones obreras son reprimidas. Dirigentes como Prieto Figueroa, Paz Galarraga y Salón Mesa Espinoza conforman en AD, el partido de gobierno, una corriente intermedia, mediadora, que un tiempo después, en 1967, dio lugar al MEP. En AD estaba la presencia de una corriente de izquierda que en mayo de 1960 se constituye en el MIR.

La Juventud del MIR de la que formó parte Escalona nutre a esa formación política. Entre los principales dirigentes figuran Domingo Alberto Rangel, Moisés Moleiro y Américo Martín. Julio Escalona aparece entre los fundadores del MIR.

En esos primeros años del 60, fue presidente de la Federación de Centros Universitarios, FCU, de la UCV, estuvo presente en un Festival Mundial de la Juventud en Viena y hace una gira en la que visita la URSS (Moscú y Armenia), Hungría, Checoeslovaquia, Roma, Sicilia y Túnez.

En 1962 se dictó en su contra un auto de detención por incitación a la rebelión, acusación que se utilizaba contra los disidentes políticos. En 1966 se incorpora al movimiento por la lucha armada, en el oriente del país. Ingresa al Frente Guerrillero Antonio José de Sucre, como parte de su comandancia. Ya para 1969 redacta el documento de la Célula Dante, que fija posición en lo se denominó “proceso de cuestionamiento interno del MIR”. Las ideas allí expuestas se convierten en una referencia dentro del debate.

Las diferencias que ocurren en el frente guerrillero culminan con su renuncia a la comandancia. “Fue una manera de decirle a todo el MIR y a su aguerrida juventud, que no compartía las políticas y los métodos de los demás miembros de la comandancia guerrillera (…) no eran intocables. Hoy podían ser comandantes y mañana soldados”, anota Juan Medina Figueredo (2010. Siglo XXI. Educación y revolución, Valencia, p. 61). Anuncia que se quedará como un combatiente. Esa posición se mantiene por poco tiempo. Los guerrilleros de la juventud del MIR, influidos por Julio Escalona, y por Jorge Rodríguez en las ciudades, son acusados de fraccionamiento. El frente guerrillero se divide. Escalona junto a Jorge Rodríguez, Fernando Soto Rojas y Marcos Gómez, como principales articuladores, funda en 1969 la Organización de Revolucionarios.

El movimiento alternativo a la política del sistema finaliza la década del 60 muy debilitado. No logra una interpretación a cabalidad de lo que sucede después de la dictadura y experimenta el acoso y represión abierta de una política terrorista de Estado, que tortura, asesina y deja una larga lista de desaparecidos. Son tiempos de “guerra fría” y se aplica la doctrina de seguridad nacional, que lleva el sello del Departamento de Estado. Los gobiernos de AD y Copei aplicaron una lógica de amigo/enemigo. En esas condiciones cómo conseguir espacios para la política. Esa reflexión recorre a la izquierda, dada la imperiosa necesidad de conseguir cauces populares. Escalona y otros proponen combinar las formas de lucha y de organización; sociales, políticas, abiertas, legales y políticas.

Surge la Liga Socialista

Para las elecciones de 1973, desde la izquierda se ensayan políticas electorales diversas. El MAS postula como candidato presidencial a José Vicente Rangel, quien obtiene el 4.2 por ciento de los votos. El MEP dio un traspiés. Prieto Figueroa en las elecciones anteriores, en 1978, había cosechado el 20 % de los votos. La lógica indicaba que debía repetir como candidato, pero se decide cambiar de rumbo y aparece la opción de Paz Galarraga. Solo consiguió el 5 %. Esta era la izquierda electoral y parlamentaria. La izquierda radical salía de la derrota y mira hacia distintas direcciones, en unos casos participar, y en otras mantener el llamado a la abstención. Julio Escalona, Domingo Alberto Rangel y otros proponen la ruta del voto nulo, participar criticando, en un intento por estar “allí donde están las masas”.

La campaña por el voto nulo se lleva a cabo y se forman comités en algunos pueblos y ciudades. Cabe anotar que transitoriamente se constituye un Frente Socialista Revolucionario que incentiva la unificación a partir de una táctica electoral común. La revista Trimestre Ideológico (enero-marzo de 1973. N° 14, Caracas, p. 84-90) que había surgido del Congreso Cultural de Cabimas, dirigida por Pedro Duno, J. R, Núñez Tenorio y Luis Cipriano Rodríguez publicó un dossier sobre los pronunciamientos de este Frente.

Como corolario de la jornada, ya están echadas las bases para el surgimiento de una organización legalmente constituida: Liga Socialista. El núcleo fundador lo integran los cuadros legales Jorge Rodríguez, Carmelo Laborit, Norelkis Mesa, Esther Añez, Orlando Yajure, Oscar Bataglini y otros. Los dirigentes de la OR permanecen en la clandestinidad. Todavía no había condiciones para aparecer públicamente.

Escalona es uno de los principales redactores de ensayos que fueron muy difundidos en los años 70 y dieron luz y sustento a organizaciones populares: “¿Votar para qué?”, “La táctica del voto nulo”,  “La abstención electoral y la necesidad de una táctica revolucionaria”, “CAP moderniza el capitalismo dependiente”, y “Hay que trabajar sin falta allí donde están las masas”. Estos trabajos circularon en el formato libro. Sirvieron de sustento para el trabajo político.

La Liga Socialista cumplió una misión: promover la organización popular, recuperar fuerzas, levantar una opción política distinta. Creció en las principales ciudades venezolanas. En 1978 se anota la victoria de conseguir la elección como diputado de David Nieves, quien estaba en la cárcel. Como fortalezas, la política de la Liga germinó en las universidades, en el trabajo sindical y en los barrios pobres. En alianza con otros movimientos y partidos de izquierda ganó elecciones sindicales –en el sindicato siderúrgico de Guayana, en el sindicato eléctrico de Maracaibo, entre ellos- y en federaciones y centros universitarios. Su debilidad principal fue el espíritu de secta, que atravesaba a la izquierda. Proclamó que había que unirse con todo aquel que fuera posible. En los hechos tuvo vacilaciones para dar ese paso. En 1976 sufrió el duro revés del asesinato por la policía política del gobierno de su secretario general, Jorge Rodríguez. Este acontecimiento devela la política represiva del Estado-gobierno.

El reloj se movió. En 1978 fue electo presidente Luis Herrera Campíns. Se legalizan una serie de dirigentes políticos que se incorporan a la LS: Julio Escalona, Marcos Gómez, Fernando Soto Rojas y otros. Pasa a ocupar el rol de secretario general y allí permanece hasta principios de 1985. En 1983 se consiguió la reelección de David Nieves como diputado, pero se esperaba más. Hubo timidez en las alianzas electorales, otra vez el sectarismo.

El debate político y las tensiones crecen en la Liga. Julio propone el reconocimiento de corrientes internas y convertir al Comité Nacional en un centro de coordinación de las propuestas e iniciativas en desarrollo. Eso no se aprueba y renuncia a la secretaría general. Se retira de la Liga pocos meses después.

La ecología del bienestar

Desde 1985, se dedica a la docencia universitaria, en la UCV. Fue profesor, investigador y director de la Escuela de Economía.

Siguió adelante promoviendo otra política. Pone el acento en las organizaciones sociales, en formas de articulación y coordinación. Organizó el Primer congreso Venezolano de Tecnología Popular y Primer Encuentro de Soluciones Alternativas, en la Facultad de Ciencias Forestales de la ULA. En la UCV fue artífice del Congreso Internacional de los Derechos Humanos.

En esa línea reflexiva y práctica, en 1991 publica el libro “Hacia una ecología del saber”, con el respaldo de la UCV y el Conac. En la década de los 90, apoyó, acompañó y organizó grupos de estudio y de trabajo en Caracas, Maracaibo, Barquisimeto, Valencia y otras ciudades. Lo hace desde la ecología del bienestar: “con un tejido cultural diverso y multicolor, ecológico y espiritualista; con su red comunicacional alternativa y las organizaciones comunitarias y la escuela como un centro de vida, generadora de aprendizajes a su interior y en la comunidad; con la agricultura del conuco (huertos familiares, labranza mínima, granjas integrales, compost, riego por goteo, la recuperación y conservación de semillas originales y de especies vegetales y animales; la alimentación y la cocina; la medicina natural y popular, la construcción con viejos materiales (arquitectura de barro) y nuevos materiales” (Juan Medina, 2010, p. 87).

En 2010 asume como embajador alterno en la ONU. Con más posibilidades, difunde con más amplitud su visión, participando en programas de radio y de televisión.

Ese año auspicia la creación de Patria Urgente, una página web para reunir información e interpretación sobre la situación venezolana.

No es lo mismo

Además de los libros ya referidos, anotamos estos tres de su autoría: “Geopolítica de la liberación. El siglo XXI de Chávez” (2016), editorial El perro y la rana; “La producción, milagro ecológico. Lo que la economía no comprende” (2020, editorial Trinchera); y “Puntofijismo y 23 de enero de 1958, la rebelión como proceso”, editorial El perro y la rana.

Ha publicado artículos en distintas publicaciones. En Política Exterior y Soberanía N° 3, de julio-septiembre de 2007, publicó: “Lo inédito de la revolución venezolana”, donde examina el diálogo entre ciencia, espiritualidad y filosofía.

Para Julio Escalona, y para aquellos que defienden con ardor, pasión y convicción sus ideales son válidas las palabras pronunciadas por Cristina Fernández de Kirchner (17 de noviembre de 2022. Diario Página 12): "No es lo mismo equivocarse y que cuando uno se equivoca es la propia vida y el propio cuero el que pone, que los dirigentes políticos que se equivocan con el dolor del pueblo y la miseria del pueblo y nunca pagan nada. No es lo mismo tener errores (…) por haber jugado a un proyecto político que provocar dolor sin hacerse cargo”.

#PasiónPorElDiscurso

#JulioEscalona

#Periodismo

#PatriaGrande

 































LUDOVICO SILVA, LA REVOLUCIÓN TEÓRICA


 (Orlando Villalobos Finol)

El 4 de diciembre de 1988 fallece en Caracas, su ciudad natal, Luis José Silva Michelena. Deja su nombre escrito como Ludovico, como le decían estudiantes y amigos cuando fue a estudiar a España. Su fecha de nacimiento es 12 de diciembre de 1937.

Estudió filosofía, literatura y filología en España, Francia –La Sorbona- y Alemania, por cuatro años. En 1969 se graduó en la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, UCV, donde después fue profesor desde 1970 hasta 1986, cuando se enferma gravemente.

Es autor de un clásico, “La plusvalía ideológica” (1970), libro que le ha dado la vuelta al mundo y es influyente en América Latina. En la segunda edición de esta obra, en 1975, dice en el prólogo: “Para un escritor venezolano, eso es algo como pan con miel, o labio con teta, si es que hay alguien que encuentre algo más sabroso. Yo no estoy, a estas alturas, totalmente de acuerdo con este libro. Me parece algo exagerado. Pero bien se decía desde tiempos antiguos que la verdad consistía en una exageración”.

En ese libro y en el siguiente “Teoría y práctica de la ideología” (1971) hace un desmontaje del recetario funcionalista sobre el mundo de la comunicación y las relaciones de poder que se derivan de las agendas de los discursos mediáticos.

Con sus aportes, y de otros como Armand Mattelard, Héctor Schmucler y Antonio Pasquali, se pasa de centrar el estudio en los efectos –impacto- de los poderosos medios masivos a una lectura desde el pensamiento crítico, estableciendo las consecuencias ideológicas derivadas del consumo compulsivo del discurso mediático.

Ludovico hizo énfasis en la revisión crítica del análisis de Marx, a partir de las categorías de ideología y plusvalía. En una cita conocida de “La plusvalía ideológica” remarca: “Podemos pensar que en el taller capitalista de la producción material, la plusvalía es un producto específico, mientras que en el taller capitalista de producción espiritual, una plusvalía ideológica se produce con el objetivo final de fortalecer y enriquecer el capital ideológico del capitalismo para proteger y preservar el capital material” (La plusvalía ideológica, 3ra edición, 1977, p. 190).

Acuña el constructo intelectual de plusvalía ideológica y caracteriza las consecuencias que ello conlleva, en diálogo con Teodoro Adorno, autor de la Escuela de Frankfurt, quien genera el concepto de industria cultural, que tanto se repite y poco se estudia.

Publicó una amplia bibliografía que incluye, además, “Sobre el socialismo y los intelectuales” (1979) Ediciones Bárbara; “El estilo literario de Marx” (1971), Editorial Siglo XXI; “Marx y la alienación” (1974) Monte Avila; “Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos (1975) Monte Avila, entre otros.

De su vertiente poética anotamos tres títulos: “Tenebra” (1964), México, Ediciones del Corno Ilustrado; “In vino veritas” (1977), Contexto; “Cadáveres circunstanciales” (1979), Fundarte.

Finalizamos con las palabras del profesor Nelson Guzmán, sobre Ludovico: “fue probablemente el filósofo más lúcido de la modernidad en Venezuela; su prosa tiene la peculiaridad de ser pulcra, conversacional y brillante. A diferencia del estilo manual de los escritores soviéticos, el estilo académico de los marxistas, y la escritura fragmentaria de Althusser, Ludovico recurrió a la poesía, a la novela, y a los grandes críticos de la literatura para ilustrar su razonamiento”.

La obra de Ludovico merece ser visitada y estudiada, para entender las formas ocultas empleadas para la manipulación e imponer el dominio de la irracionalidad capitalista, que empobrece a la mayoría material y espiritualmente.


#Periodismo #Literatura

#PasiónPorElDiscurso #LudovicoSilva

 

 




 

domingo, 24 de abril de 2022

PODERES, SABERES Y QUERERES


Los textos que aquí se reúnen son el resultado de la fuerza que busca hacerse sentir para exponer certezas y convicciones, y al mismo tiempo dudas e interrogantes. En todo momento, han hecho posible que pueda pensar en voz alta para conversar y decir. A veces para defender un punto de vista, otras para llamar la atención sobre algo extraordinario, que no debería pasar de manera inadvertida.

Estas son historias pequeñas, múltiples miradas, que muestran lo que somos, con sus pasiones, pequeñas victorias y a veces los dolores.

A ratos son crónicas de lo cotidiano, que se alejan, lo más que pueden, de los manuales que codifican el relato hegemónico, conocido, celebrado, que nada con la corriente a favor.

Estas son historias que buscan el registro de otras voces, que intentan interpretar estas cotidianidades cada vez más complejas, y entender lo que nos ocurre, en lo personal, y como comunidad, como país, como suele decirse.

El atrevimiento va más allá. Quiere mirar ir más allá de los caminos que encontramos hechos, de la propaganda que nos repiten, y de las etiquetas políticas que nos limitan.

Los textos aquí se autoconvocan y se juntan. Crean y recrean un mundo, que puede verse como algo aparte, pero que responden a una finalidad precisa: registrar las horas y las emociones, desde la perspectiva personal e intransferible.

Algo ha cambiado. Vivimos en tiempos de transiciones aceleradas. Pasamos del reino del imperio de la tinta y el papel al mundo digital o electrónico. Nuevos mitos nos acechan.

Unas supuestas redes sociales dicen que van a sustituir la familia, los camaradas, los amigos del trabajo, los vecinos y la religión. En realidad son redes virtuales, una burbuja de ilusión. Allí estás y no estás; te tengo y no tengo. Pero no es poco lo que ocurre. Estas redes tienen usados, no usuarios. En Internet creas una ”cuenta”.  Este término es el mismo que usan los bancos cuando tienes que guardar y administrar tu dinero. En Facebook hay dos conceptos que se trastocan: biografía y amistad. Biografía es la trayectoria de alguien a través de la vida. Ahora puede ser lo banal que la persona coloca en un campo que lleva ese título: biografía: “Amanecí sin jabón”, “me mata el calor”, vanidad de vanidades. El drama está en que si se banaliza tu biografía también se banaliza tu vida. No se sabe dónde está lo valioso. Lo mismo sucede con el concepto de amistad. Siempre se le consideró decisivo para el buen vivir. Ahora es la “acumulación capitalista de contactos y de “me gusta” como signo que supuestamente vincula”[1]. Abunda el narcicismo y el exhibicionismo. Hay mucho contacto y nada de comunicación verdadera, aquella que los clásicos entendieron como el acto de verse, mirarse, conocerse, apoyarse, complementarse y tocarse.

Esta era nos obliga a re-pensarnos y re-situarnos para no correr detrás de la computadora. Ya sabemos que “alguien tiene que sembrar y cosechar arroz mientras otros están navegando en la web”[2].

Cuando recorro de nuevo estos textos, para quitarles el polvo del camino, o para sumar un nuevo sustantivo, concluyo que bastante caso le hice a lo que recomienda Sully Prudhomme[3]: “Seamos como el pájaro / posado por un instante /en una rama frágil /que siente moverse /pero entretanto canta /porque sabe que tiene alas”. Lo que ha tenido que ser dicho se ha dicho.

Poderes, saberes y quereres



jueves, 24 de febrero de 2022

EL PODER DE LAS IDEAS

(Orlando Villalobos Finol)

En el multígrafo está la explicación de eso que despectivamente llaman el panfleto. Esa máquina prodigiosa permitía desenmascarar la puesta en escena de las formalidades del poder, donde las hubiere. No digo que esté en el origen de lo panfletario pero si en su difusión masiva.


Esa fue la fuente de relatos, publicaciones, periodiquitos o como se le quiera llamar, que le dio alas al discurso perturbador que desnudó la expresión cómplice, chapucera y acomodada, que se pretendía verdad verdadera e inconmovible, desde el poder político o la plataforma de los medios dominantes y hegemónicos. Nada estaba a salvo del panfleto, un género vilipendiado.

Alí Primera lo dice claro en su Canción Panfletaria: “Será panfletaria, mi canción no tiene nombre/ pero milito con ella”. De algún modo buscaba sacudirse el anatema y la descalificación que se le atribuía al panfleto. ¿Lo habrá logrado? Hoy día es uno de los cantautores venezolanos más recordados.

El asunto es que comunicarse siempre fue una necesidad para decirle al otro de qué van las horas, el porqué de las injusticias sociales, lo jodido de conseguir un empleo digno y por qué no tenemos que conformarnos con la frase, que un compañero del liceo Octavio Hernández, donde estudié el bachillerato, decía que había escuchado de su abuelo: “Dichoso aquel que va a ser explotado porque por lo menos tendrá trabajo”.

Nosotros no la teníamos fácil. Queríamos mostrar líneas alternativas, evidenciar los límites del capitalismo, con su secuela de guerras, desigualdad, exclusión y pobreza material y espiritual; la explotación y agresión contra los bosques, ríos y fauna, poniendo en peligro las fuentes de agua; denunciar y proponer, para no conformarnos con ser “servidores de pasado en copa nueva”, según la advertencia de Silvio Rodríguez.

Para apoyarnos en el poder movilizador de las ideas teníamos multígrafos y bateas –técnica de serigrafía-, principalmente. No era lo único, obvio. Nunca hay un solo camino. Los periódicos, emisoras de radio y televisoras dejaban colar lo distinto por cuenta gotas, pero eso no era suficiente para la voluntad y el pensamiento contra… contrahegemónico.

El multígrafo era una herramienta poderosa. Permitía imprimir comunicados, volantes y periódicos que luego se distribuían en empresas, pasillos universitarios, liceos y mercados. Esos eran los lugares ideales por la concentración de gente.

Era una labor artesanal y laboriosa. Primero redactar el texto, luego transcribir en plantillas sensibles –esténciles- que se colocaban en el multígrafo, conseguir resmas de papel y tinta, lo más costoso, y todavía faltaba la mano de obra que se dedicara a imprimir, con paciencia, corrigiendo cada vez que se moviera el esténcil. Era milagroso imprimir 300 o 400 periódicos, que luego se repartían de mano en mano en las puertas de Sidor, en el mercado Las Pulgas, en el muelle de La Salina en Cabimas, o en el pasillo de Humanidades o Ingeniería.

Aprendí el oficio de escribir redactando volantes y panfletos, corrigiendo notas para periodiquitos, como le decíamos. Había que rehacerlos, conseguirle orden y concierto, sintaxis y ortografía. Con esas notas reunidas, hacía la transcripción a las plantillas que iban al multígrafo, con el cuidado de no equivocarme. Una letra demás o cualquier otro error era una catástrofe, había que ser muy habilidoso para que aceptara una corrección. Así fui aprendiendo y sin saberlo era como un editor no declarado, clandestino, a motu proprio, por cuenta de la militancia.

Más difícil –al menos para mí- resultaba la serigrafía, que nunca terminé por aprender. Esa técnica, la batea, hacía posible que aquellos movimientos políticos, centros estudiantiles y sindicatos imprimieran sus afiches. Hubo compañeros que se hicieron expertos en ese arte y por tanto, en la propaganda. Cástor en Caracas, aunque procedía de oriente. Para muchas jornadas de propaganda de la Liga Socialista se hizo imprescindible, porque llegaba con un equipo de panas, generaba las condiciones mínimas y producía los afiches. Tenía un lema: “Si no hay cervezas, no hay afiches”.

Para la serigrafía eran necesarios los bastidores en marcos de madera con nuestros diseños, la emulsión fotosensible, una madera con una tira de caucho para arrastrar la tinta sobre el bastidor de manera uniforme, la tinta, preparación previa al estampado y mucha mano de obra y mística, para ir poniendo cada afiche sobre cuerdas para el secado. Más o menos así hasta conseguir aquella revelación: los afiches con contenido revolucionario, a un precio alcanzable, resultado del esfuerzo propio. Eso se hacía porque había militantes y no empleados. Gente que no alegaba cada dos por tres que estaba en el “lado correcto de la historia”, así no más por repetir un eslogan.

Multígrafos y bateas, técnicas vintage, permitieron que aquellos escritos subjetivos y emocionales, panfletarios pues, le dieran sentido y cauce a las luchas populares, porque sembraron sentimientos e ideas de cambio. Casi nada. (Orlando Villalobos Finol/ Ilustración: Enrique Colina).

#Periodismo popular.

 

 

 


UN PERIODISMO APASIONADO

(Orlando Villalobos Finol*)

El profesor Antonio Pasquali explicaba en sus libros, y en sus clases, la importancia de distinguir entre comunicación y medios o aparatos masivos. La comunicación es un asunto de seres humanos y no de aparatos. El medio en cambio es el “canal artificial”, “artefacto transportador de mensajes especialmente codificados”. El medio es un canal de TV, de You Tube, una emisora de radio.

Eso vale también para el periodismo. No es igual periodismo o comunicación que medios. El medio obedece a la lógica e intereses de la empresa mercantil. Vende noticias, sentido común, potes de humo. Eso cada vez queda más demostrado con el crecimiento de las corporaciones mediáticas, que se convierten en un poder hiper concentrado. Al periodismo se le puede exigir una ética, a los medios también pero en su caso es un debate con empresas y corporaciones, a veces transnacionales y distantes.

Todo eso hay que actualizarlo ahora en esta era de cambios tecnológicos acelerados. Hay quienes muestran el fantasma del periodismo artificial y de un modelo de periodismo sin humanos, dominado por algoritmos.

Ese periodismo sin humanos ya existe, con noticias redactadas y leidas, para la televisión, por robots. Si como no, existe, pero no es igual. Los algoritmos no analizan, ni interpretan, solo ordenan datos. No le ponen sabor a las horas. No hablan con fuentes, ni buscan testimonios, ni se asustan, ni se conmueven. Hacen lo que alguien programa.

Ese periodismo artificial está hecho a la carta, produce las noticias que el sistema y el big data permiten, pero no aquellas que hacen tambalear a los poderes de facto, como el de las transnacionales.

El periodismo bien hecho se nutre de testimonios y convicciones; con pasión y sin perder la brújula, como lo cuenta Isabel Allende: “Esto es lo que necesito para los personajes de mis libros: un corazón apasionado. Necesito inconformistas, disidentes, aventureros, forasteros y rebeldes, que hacen preguntas, tuercen las reglas y toman riesgos”.

*Periodista/ profesor de la Escuela de Comunicación Social, Universidad del Zulia/ Ilustración: Veruska Cavallaro.

 

NUESTRO CINE

(Orlando Villalobos Finol) 

En un “Un lugar en el mundo” (1992) de Adolfo Aristarain, dice un personaje (Cecilia Roth): “Yo extraño más a Madrid que a Buenos Aires. Fuimos muy felices allí. No sé por qué carajo nos vinimos”. Federico Luppi, le replica con su apego a la tierra: “Nos vinimos porque nunca nos fuimos. Teníamos que volver, no había otra”.

Es el cine nuestro latinoamericano que registra la mala hora, la desigualdad social y política; la hazaña del que supera las dificultades y la épica del que abre caminos.

Son las películas, hechas a pulso y convicción, que había que hacer y mostrar. Más por amor al arte que por obligación. Las que después rodaron por cines clubes, pasillos y auditorios universitarios, sindicatos y barrios con cines destartalados, como en el que yo vi la primera película. El techo eran las estrellas y si llovía se suspendía la función.

“Fue en ese cine, ¿te acuerdas?/ En una mañana al este del Edén/
James Dean tiraba piedras/ A una Casablanca, entonces, te besé.

Aquella fue la primera vez/ Tus labios parecían de papel/ Y a la salida, en la puerta/ Nos pidió un triste inspector nuestros carnets”, dice Luis Eduardo Aute como homenaje al cine.

En “La Patagonia rebelde” (1974), de Héctor Olivera, se relata la masacre de campesinos y obreros que buscaron salir de la desgracia y mejorar la vida. En “La lengua de las mariposas” (1999), de José Luis Cuerda, en pleno golpe de Estado español –lo que la liturgia oficial consagra como la guerra civil- el fanatismo hace de las suyas y liquida al maestro del pueblo, un republicano encarnado por Fernando Fernán Gómez.

Caín adolescente” (1959), de Román Chalbaud, es un torbellino de bajas pasiones, miseria y corrupción que atrapa y excluye a muchos; es la lucha entre la inocencia y la perversidad.

En “Pademonium, la capital del infierno” (1997), otra de Chalbaud, se narra lo grotesco y  el desbordamiento marginal en la sociedad venezolana. En “Libertarias” (1996), de Vicente Aranda, un grupo de milicianas anarquistas defienden ideas feministas, en medio del combate contra el franquismo.

En “Caño Mánamo” (1983), de Carlos Azpúrua, el mito del desarrollo queda al descubierto. Cerraron ese caño, en el Delta del Orinoco venezolano, para someter la naturaleza con la promesa de convertir el delta en un granero, y de paso a Guayana, “en la clave del desarrollo de Venezuela”, y aquello devino en la catástrofe de una mortandad de indígenas warao y la destrucción ambiental en la zona.

El profesor Benito Díaz organizó un encuentro con maestros y gente de la comunidad en el núcleo de la ULA, en Boconó, y me propuso que llevara unas líneas. Pasé varios días dándole vueltas al asunto, hasta que lo tuve claro: Caño Mánamo, que mejor. En el Centro Audiovisual de Humanidades conseguí una copia en BHS, un formato en desuso que había que copiar como video. Cómo nos costó. Cuando la vimos nos conmovió.

La ley de Herodes” (1999), de Luis Estrada, muestra como un funcionario sin historia, ni formación, es escogido a dedo por el partido para convertirse en el presidente municipal, algo así como un alcalde, y allí hace de la corrupción la práctica cotidiana. “Te tocó La Ley de Herodes, o te chingas o te jodes”.

En “Los olvidados” (1950), del estelar Luis Buñuel, aparece la vida criminal y violenta de adolescentes y jóvenes que viven en la marginalidad.

Estas películas -y tantas otras de nuestras pasiones- ofrecen marcos de interpretación de los que nos toca vivir; dejan al descubierto los mitos y leyendas que el cine predominante y hegemónico exhibe, como parte de la comunicación que viene principalmente de Hollywood, para colonizarlos y desencaminarnos.

#Cine.

AMORES Y DESAMORES

(Orlando Villalobos Finol)

La mejor historia de amor que escribió García Márquez cuenta los amoríos entre Fermina Daza y Florentino Ariza, “El amor en los tiempos del cólera” (1985). Desde muy jóvenes se quisieron pero no pudieron consumar sus deseos. La vida se les atravesó en el camino. A Fermina se la llevaron para un pueblo distante y se terminó casando con otro. 50 años después Florentino supo que había quedado viuda y volvió para amarla, ahora sin impedimentos. Fue un gran amor que deja una enseñanza. Los grandes amores son otros, los que se cultivan y disfrutan desde la amistad y la corazonada. Solo con la pasión desbordada no alcanza. Poco a poco se va aprendiendo que la clave no está en el deslumbramiento.

En “Amores Perros” (2000), película mexicana de Alejandro González Iñárritu, se expone una versión contraria, terrible e indeseable. Se mezclan los perros y los amores, en historias que se van cruzando, entretejiendo. Octavio está enamorado de la mujer de su hermano Ramiro. El Chivo es un delincuente que vive como un mendigo después de abandonar a su esposa Maru. Daniel vive con una modelo, Valeria, quien pierde una pierna en un accidente y vive desesperada por rescatar a su perro. En la historia, los perros aparecen como parte de una trama de apuestas ilegales, delito y maltrato animal.

El film se aproxima a un mundo de urgencias y tormentas cotidianas. Nada es como debiera. Se vive al día, sin valores, ni proyectos. Toda utopía está cancelada. Revela como muchas veces se vive, aunque no se tenga idea, ni conciencia.

Dice el refrán, que cada perro es reflejo de su amo. Es obvio que la película no propone un final feliz.

En García Márquez hay ilusión. “Amores perros” devela la locura e irracionalidad que andan sueltas. 

 

viernes, 21 de enero de 2022

Mambrú, el teatro del milagro

 

(Orlando Villalobos Finol) En Cien Años de Soledad dice Melquíades que “Las cosas, tienen vida propia, todo es cuestión de despertarles el ánima”. Romer Urdaneta, conocedor de la piedra filosofal que convierte el teatro en magia, siempre lo supo: “El acto de crear está en servir de puente para la transformación del objeto. De allí la belleza del arte. Desde que nacemos empezamos a animar el mundo tocando y buscando. En nuestro caso se trata de tocar el alma de los objetos, conversando con ellos, recreándolos”.

Mambrú es sinónimo de títeres, circo, teatro, cultura. Pero es mucho más. Es la demostración de algo difícil de creer: el que resiste gana. Esta es la gente que se salió del rebaño y, sin temor, sembró vientos y cosechó tempestades de cambio. Es un verdadero patrimonio cultural inmaterial. Si ya lo leíste, no se lo digas a nadie, porque ya el rumor anda suelto.


Romer Urdaneta está en la sede de Mambrú, en la avenida Urdaneta, en la esquina con la calle Colón, edificio Don Corleone, local 6, a una cuadra del bar Palmarejo. Desde allí suelta esta crónica del arte maracaibero: “Desde el principio nos empeñamos en hacer un teatro de títeres que no se quedara en el muñeco, sino que fuera al encuentro de la gente. Empezamos a experimentar para darle vida a objetos y a la comunidad, como parte de la metáfora que queríamos practicar. Con ese propósito hemos emprendido nuestros proyectos”.

-Cuando nacimos nos preguntaban dónde están sus títeres y yo les decía, mira las varas, las taparas, telas, las máscaras. Con eso aprendimos a contar historias. Eran títeres de varilla que se tornaban lápices para dibujar en la tela, animar y contar. Esa es la esencia del teatro de títeres. El primer títere que usamos era un muñeco de guante. Se transformaba en ser humano. Si, de guante, con limitaciones, sin embargo, hacíamos los muñecos y contábamos historias. Decíamos: “Por aquí pasó un pájaro de colores. Yo voy a pintar mi casa así, de amarillo, azul y rojo”. Hacíamos desaparecer al muñeco en las telas. Buscábamos la magia de la comunicación para llegarle a niños y adultos, para que cada quien se encontrara.


Qué dolor, qué pena

El teatro de Mambrú es una historia que comenzó hace 49 años, un 24 de junio, fecha patria de la Batalla de Carabobo. Romer lo va contando: “Veníamos del grupo Colorín, de un aprendizaje con Sol Sosa y Luis Carrero, maestros que nos dieron el impulso y nos mostraron las rutas del arte”.

El grupo comenzó a reunirse y formarse en una sede del MAS en Santa Lucía, que habían logrado convertir en una casa de cultura. “La llenábamos de vida, allí hacíamos unos títeres a partir de la vida diaria. Empezamos con la obra “El zapato contra la cucaracha”. En nuestras actuaciones el público no estaba ausente; debatía sobre el destino de aquellos personajes; reaccionaban y decían qué hacer”.

La cultura dominante impone una forma de ser. La gente de Mambrú lo sabe y busca generar cambios. ¿Cómo? No se queda en echar el cuento. Desde la irreverencia cosecha las transformaciones. Va sumando con los zancos, los títeres, los malabares y las acrobacias escénicas. Fue contando historias cuando parecía que el circo era solo mostrar habilidades. Es una referencia para los artistas jóvenes. Lo dicen Mandarina Urdaneta y otros que reconocen los caminos abiertos por Mambrú.

La poesía de la propuesta comienza por el nombre: Mambrú. Es la canción infantil que no ha parado de proyectarse. “Mambrú se fue a la guerra qué dolor, qué dolor, qué pena”.

Cuenta la leyenda que la canción la echaron a rodar los franceses cuando a principios del siglo XVIII perdieron una batalla contra los británicos, sin embargo, pensaron que habían aniquilado a uno de sus enemigos, el duque de Marlborough, John Churchill, nombre que llegó a nuestras costas como Mambrú, más fácil de pronunciar. La argentina María Elena Walsh contribuyó a popularizar esta canción en las décadas de 1960 y 1970. Además, compuso “La canción del estornudo” dedicada a este personaje.

El Mambrú de Maracaibo, sigue aquí, pacifista, una escuela del espectáculo al aire libre en la que se han formado generaciones de artistas.

-¿Qué se aprende en Mambrú?.

-Aquí se forman seres humanos. Nos han acompañado verdaderos artistas pero sobre todo ciudadanos sensibles, conscientes, con capacidad para cambiar  el mundo en el que viven.

-¿De quiénes estamos hablando?

Ana Torre, alma y figura de Mambrú; Alexis Blanco, Luis Pérez, Carlos Valbuena, Pedro Leidenz, Wolfgang Viloria, Alvaro Silva, Tina Blanco, Eikaris Calmon, Sonrisa Coral y muchos más. Cada uno de ellos sigue activo en su quehacer. El artista tiene una inspiración. Quienes han pasado por Mambrú se han lanzado a la búsqueda de nuevos lenguajes y al hallazgo de las expresiones culturales propias y ajenas.

-¿Cuál es la fórmula mágica?

-Como primera lectura observar al público, nuestra aldea. En nuestro caso, nuestra sociedad inmediata que es Maracaibo, con su forma de ser y su identidad. Así lo hicimos desde el principio. Captamos situaciones y ponemos empeño en transformarlas. Es la dramaturgia del actor. Nos preparamos y salimos a la batalla. Rompemos la forma convencional de relacionarse con el público. Lo nuestro es buscar y sorprender. Así nos empezó a gustar el escenario de la calle. La experiencia de “La vida es sueño” que vivimos en el barrio Los Pescadores nos marcó mucho. Hoy día conseguimos a quienes allí participaron y agradecen lo que aprendieron.

 

 

El cielo es una carpa

 

-¿Cuál ha sido el la relación de ustedes con otras agrupaciones?

-Pudimos vincularnos con otras experiencias. Llegamos a un acuerdo con un grupo de Yaracuy, con Germán Ramos; con los Niños Creadores de Lara, con Aveprote para crear el circo social. Siempre hemos asumido que somos parte de un movimiento. La obra de Mambrú: “El cielo es una carpa”, creó las vías para juntarnos con otros grupos. Mostramos nuestros conocimientos y formas para conseguir el equilibrio.

 

-¿Qué resaltas de los proyectos?

-Inicié un proyecto que se llamó Hermanos de Norte a Sur muy complementario con las ideas de Luis Pérez y Carlos Valbuena. Nos asomamos a la antropología del teatro, de Eugenio Barba, a quien estudiamos después para saber sobre el conocimiento escénico del actor.

Otra iniciativa fue el proyecto Dermis, con se propuso un acercamiento al teatro, a través del traje, "como me visto actúo".  “Asumimos el vestuario como piel o vestimenta para cubrirnos; lo llevamos al plano de la indagación interior para develar insólitas expresividades”, explica Romer.

 

Mambrú no se ha detenido. Prosigue reuniendo a los niños de la Calle Carabobo, haciéndolos partícipes del encanto lúdico. Ellos van sumándose y descubriendo la memoria de la ciudad, los personajes, el casco histórico, la tradición oral, el patrimonio material.

En palabras de Ana Torres: “Somos la mirada de otro teatro. No es un teatro común, no asumimos la memoria como un caletre; hacemos introspección y búsqueda ancestral”.

 

La investigación sobre el arte indígena

 

-Romer, Mambrú tiene una relación con el mundo indígena que lo ha expresado en obras.

-“Kai Kashi (sol y luna)” fue un maravilloso momento y así otras obras. “El Conejo y el Papurite”, “Carray el Alcaraván”, “Ojecma” y “Pulowi”, que es una recuperación de cuentos de Abya Yala.

-¿Qué han encontrado en esa narrativa?

-No hay animación del alma sin atender esa herencia ancestral que tenemos, porque las comunidades indígenas tienen en su imaginario colectivo la idea de animar el objeto. Esa presencia la encontramos en el chinchorro, las hamacas, la construcción de paredes de cardones, que son como aire acondicionado y mosquitero a la vez. Allí está la narrativa mitológica y las leyendas que nos dan bases y fundamentos de vida. Hay gente que dice indianidad, yo diría que de nuestros ancestros o antepasados recientes heredamos la habilidad de los equilibrios vitales. Tiene mucho sentido evocar esos orígenes para reencontrarnos con nuestras potencialidades y espiritualidades.

 

El teatro en la escuela

En su trayectoria, Mambrú suma la experiencia del trabajo con estudiantes y maestros, mediante convenios con la Zona Educativa Zulia. Allí se encontraron, o tropezaron, con la escuela formal. Añade Romer: “Con muchos docentes fuimos críticos de la idea de la dramatización. Está bien que se use como estrategia de aprendizaje, pero es clave que se acompañe con la escenificación pedagógica. Encontré esa alternativa como resultado de mis vínculos y orientaciones con los docentes. Hay drama y también comedia. Quedarse en la dramatización recorta las posibilidades de expresarse y de sentir. Ese es un punto crítico”.

Expone que el teatro en la escuela puede ayudar a generar creatividad, iniciativa, pero siempre y cuando se le dé el espacio que merece. “El teatro como algo vital, no como algo complementario”.