martes, 11 de diciembre de 2007

Cómo crear una lógica comunicacional contrahegemónica

(Orlando Villalobos Finol[1])

Para comenzar
El rollo con la elaboración de políticas públicas en materia de comunicación es complejo, porque en condiciones normales se le obvia, parece que fuera algo desechable, prescindible.
Pero en las horas terribles del inventario de las actividades, cuando el apuro pasa y se requieren de explicaciones el tema reaparece, irremediablemente.
En ocasiones se le utiliza como expediente fácil, para intentar mostrar excusas por el objetivo que no se ha alcanzado. Cuando las metas políticas no resultan afirmativas, queda el recurso de hacer recaer la responsabilidad en lo que se hizo y se dejó de hacer en comunicación.
Por lo visto, el tema resulta ineludible, sobre todo cuando se piensa en generar una cultura política que se sustente en la idea de que la comunicación requiere de planes, programas y proyectos, de objetivos y de estrategias, de mensajes y de contenidos, en fin, la comunicación es una materia delicada, a tener en cuenta y a la mano, para articular discursos y símbolos, que resulten favorables para una política de cambio revolucionario.
Hay diversas maneras de encarar el reto. Están quienes “tocan de oído” y están quienes aprenden a “leer la partitura”. Lo recomendable es hacerlo de esta última forma, aunque exige un intento sistemático, laborioso y lleva tiempo y estudio.


La mirada crítica
Ahora con motivo de los resultados del referendo constitucional, del 2 de diciembre, nuevamente surgen evaluaciones acerca del tema comunicacional, es decir, se detiene la mirada crítica en la actuación del sistema de medios del Estado y desde luego, del aparato mediático privado.
Si obviamos este episodio, encontramos las observaciones del presidente de la República, Hugo Chávez, en distintas ocasiones, a las acciones y políticas comunicacionales que se promueven desde el propio gobierno bolivariano.
La insistencia de Chávez no puede extrañar porque su gobierno debe hacer frente al ataque concertado y programado de un aparato mediático, con capacidad técnica, alcance y tradición; con intereses creados y consciente de que sirve de ariete de un amplio plan opositor e incluso insurreccional, como se demostró en abril de 2002. Eso hace que de manera permanente el Gobierno sea juzgado y retado, y colocado en trance de tener que aclarar, responder y cuidarse de no actuar sólo de manera reactiva o defensiva.

La comunicación como prácticas y saberes
El punto de partida del debate sobre comunicación remite al asunto nada irrelevante acerca de ¿qué entendemos por comunicación?
La comunicación humana no puede limitarse a la actuación e influencia que ejercen los medios masivos, como algunas veces se pretende. Se trata de un asunto más complejo, en el que intervienen otras variables. Resulta obvio, por ejemplo, que la noción de comunicación tiene su origen en la trama de las interrelaciones personales y grupales, es decir, las que ocurren en la familia, con los vecinos, en los centros de estudio y de trabajo, en una palabra, en la relación con el otro.
Algunas veces se asumen o se admiten conceptos reduccionistas o simplificadores en materia de comunicación. Paradójicamente, una trama compleja y rodeada de nudos conflictivos se pretende reducir a esquemas dóciles, de fácil manipulación. Es muy conocido el esquema funcionalista, que todavía ingenuamente se repite, que reduce la acción comunicativa a la fórmula: fuente-emisor-mensaje-receptor-destinatario, dejando de lado la riqueza de matices humanos y sociales.
Luce más apropiado y riguroso partir de premisas no instrumentalistas de la comunicación y buscar aproximaciones teóricas que permitan un reconocimiento más amplio del contexto, que se quiere comprender y explicar. En ese sentido, conviene observar que la comunicación incluye “una pluralidad de prácticas que hacen coherente la convivencia grupal, y también, al mundo de significaciones e imaginarios en torno a lo que daría consistencia y sentido a los vínculos de una comunidad humana determinada” (Entel, 1996: 26)
Más allá de las determinaciones instrumentalistas y de enfoques mecanicistas, y simplificadores, para comprender el valor efectivo de la comunicación se requiere de una visión que incorpore lo social, busque dilucidar la trama de relaciones que hacen posible la convivencia humana y se recupere la perspectiva que presente la comunicación como una acción dialógica, en la que participan sujetos activos, críticos, específicos, con intereses propios.
Martín Barbero (1997) ha abogado en esa dirección de revalorización del sujeto que participa en el acto comunicacional y en la lectura compleja de lo social.
Entender la comunicación desde una perspectiva de complejidad, interesada en contribuir a ofrecer una explicación crítica, amplia, diversa, solvente y menos apegada a rígidas conceptualizaciones conduce a examinar cómo se constituye el tejido social y se produce el ejercicio de la ciudadanía.
Una idea que debe subrayarse es que cuando se hace referencia a la comunicación se incluye a los medios masivos, pero se trasciende a éstos. Es decir, “la comunicación sobrepasa los medios de comunicación masivos para ser prácticas, saberes, relaciones y producciones sociales de múltiples sentidos, donde la técnica y lo tecnológico constituye sólo una parte” (Díaz Larrañaga, 1998) Esto no implica subestimar los medios en los procesos sociales, sino más bien incluirlos en un debate aún mayor.
En síntesis, la lectura y revelado fotográfico de lo comunicacional es complejo y tiene planos diversos: unos circulan por vía de los medios masivos y otros por vía de lo grupal e interpersonal (el rumor, el miedo, el prejuicio, lo informal). Una política revolucionaria no se puede saltar estos planos, a riesgo de cometer errores graves.
El aparato mediático privado
Aunque el tópico no es nuevo, conviene volver las características del aparato mediático venezolano, para ubicar de qué estamos hablando, de qué se trata el asunto.
En Venezuela el aparato mediático privado actúa como factor de cohesión de las acciones de poderosos intereses económicos y políticos. Eso ha quedado evidenciado en las acciones insurreccionales de abril de 2002, el paro petrolero de diciembre de 2002, las permanentes iniciativas desestabilizadoras, y en cada nueva oportunidad que se presenta.
Como consecuencia, los medios masivos se han colocado en el centro o epicentro del conflicto político venezolano. Desde los medios, y desde luego, en programas específicos, se postulan ideas y contenidos de clara militancia o interés político. Durante un buen tiempo el usuario de los medios ha presenciado cómo se ha hecho algo común que se imponga un enfoque sesgado a la hora de informar; cómo algunos moderadores de programas de TV capitalizan el protagonismo del debate y opinan de principio a fin, con un marcado interés político, dejando de lado la ponderación y el equilibrio.
En ese comportamiento de los medios hay más de un problema de fondo, porque los parámetros éticos y profesionales del periodismo se han dejado de lado. En nombre de un propósito político se busca justificar la utilización arbitraria del poderío de la tribuna mediática. De tal manera que se ha impuesto una jerigonza antiperiodística que olvida o deja lado definiciones clásicas del periodismo.
Resumiremos varias de esas manifestaciones.
1. Se ha impuesto lo que el periodista inglés Gideon Lichfield (2002) denomina la declarocracia, con eso quiere decir que, “las noticias no son lo que hay de nuevo, sino lo que haya dicho alguien importante, aunque esa persona o cualquier otra ya lo hubiera dicho, sin importar, realmente, si es verdad o no”.
2. Como consecuencia de lo anterior, se hace un uso irregular de las fuentes (Antillano, 2002). Se le da validación automática a la fuentes coincidentes y se dejan de lado las otras, las que disienten. Así mismo, no se verifican los datos o informaciones obtenidos y, en consecuencia, se le da paso al chisme interesado o al vulgar rumor.
3. Se confunde, deliberadamente, opinión con información.
4. Se aplica un concepto de objetividad que está ligado a la interpretación interesada de la noticia. Esa noción de objetividad resulta acomodaticia y dúctil por cuanto a ese periodismo “no le interesan los hechos, le interesa tener razón” (Antillano, 2002).
Un comportamiento con las características antes señaladas ha derivado hacia un resultado poco halagador: los medios abandonaron el medio, dejaron de ser fuentes de mediación, y se han instalado en el centro del conflicto político. Dicho de otro modo, los medios son parte del conflicto. Desde la tribuna mediática se juzga y se sanciona, se fabrican medias verdades, se atiza la rivalidad, se condiciona la agenda pública. Para proceder de este modo se emplea la excusa de que los medios son atacados, es decir, simplemente actúan en defensa propia. Con ese alegato se ha pretendido justificar el comportamiento, por lo menos discutible, de actuar en muchos casos, en cadena nacional para la transmisión de mensajes de dudoso contenido democrático, como por ejemplo, colocar en pantalla, en horario estelar, a un representante militar llamando a la movilización de los cuarteles –como ocurrió cuando el caso de los militares que se fueron a la plaza Altamira, en Caracas-.
La idea no es proponer que los medios actúen de manera neutral, aséptica. Eso seguramente no es posible hoy en Venezuela, ni en ningún otro lugar. Lo que se sugiere es que se asuma la comunicación masiva como la posibilidad de expresión y desarrollo de voces plurales, diversas y democráticas.
Eso no es posible en Venezuela. El periodismo está severamente lesionado. Sus propósitos y contenidos han sido saqueados por el aparato mediático privado, que actúa como plataforma comunicacional de la derecha reaccionaria. El periodismo ha sido vaciado de contenido. Los periodistas que laboran para esos medios se saltan la ética y acomodan la verdad a las orientaciones de políticas editoriales que buscan imponer versiones interesadas. Se miente abiertamente. Ya sabemos por San Agustín, que “mentir es decir lo contrario de lo que se piensa, con la intención de engañar” (citado por Etkin, 284). Los medios y el periodismo saben de eso.

¿Una política comunicacional?
Hagamos esta precisión: los hilos de la comunicación son invisibles para quien no los quiera ver. En este campo no se puede andar a tientas. Lo recomendable es prestar atención a la influencia de los medios, ponderar el fenómeno de comunicación social que constituyen los medios masivos y elaborar y desarrollar políticas de comunicación, para alcanzar las metas deseadas.
¿Qué es una política comunicacional (PC)? Son las acciones que se emprenden para alcanzar los objetivos propuestos. Son las iniciativas, las pautas, el método. La PC es algo que se planifica y no se puede dejar a la deriva.
Lo recomendable es que las organizaciones gubernamentales o no gubernamentales –organizaciones comunitarias- piensen, planifiquen, su política comunicacional para evitar la improvisación.
En el caso del Gobierno bolivariano luce que en este terreno de la política comunicacional se requiere de mayor elaboración, más acciones concertadas, una visión más integral del problema comunicacional.
En buena parte, el asunto se deja a la deriva, porque una PC no son dos o tres acciones desarrolladas por aquí y por allá. Son planes o no son. Hay estrategias o no hay. Se corresponde con una política revolucionaria o es la respuesta defensiva, improvisada y reactiva, incluso desesperada.

El sistema de medios públicos
Si devolvemos la mirada a 1998, cuando se produce el triunfo electoral del presidente Chávez, encontramos que para los medios del Estado la situación es incomparable con el inventario que puede hacerse en la actualidad.
La respuesta gubernamental se ha traducido en el incremento de la capacidad comunicacional del Estado, que está en sus manos. Desde el punto de vista técnico se ha fortalecido la señal del canal del Estado, Venezolana de Televisión; se han creado nuevos canales: Vive, con tendencia a mostrar la labor comunitaria, el canal de la Asamblea Nacional, Telesur, con alcance internacional; y TVES, que nace con la pretensión de convertirse en un canal de servicio público; la ampliación de la cobertura de Radio Nacional de Venezuela y la constitución del circuito YVKE Mundial, con cuatro emisoras; la agencia de noticias Agencia Bolivariana de Venezuela (ABN), antigua Venpres; las páginas web de los órganos y medios de gobierno: Minci, Vive TV, VTV, Telesur, RNV; en el área de telecomunicaciones, se tiene previsto colocar en órbita un satélite venezolano para 2008; se ha creado la empresa de telecomunicaciones CVG-Telecom y se ha nacionalizado CANTV, la antigua telefónica estatal que había sido privatizada en 1991.
De tal modo que la capacidad actual de respuesta del gobierno es incomparable con la situación de finales de la década de los 90.

Ese es el balance desde el punto de vista de los recursos. Queda por evaluar lo que ocurre con el discurso y los contenidos. ¿Hasta qué punto son suficientes, coherentes y se articulan con políticas revolucionarias? La potencia técnica de los recursos del Estado no son suficientes.
Recientemente ha habido una experiencia digna de ser evaluada con motivo del referendo constitucional. En medio de la campaña, la propaganda de la contrarreforma consiguió la ofensiva y convenció, probablemente, a muchos electores. Desde el gobierno, luego se hicieron mensajes reactivos y defensivos, aclarando y explicando. La derecha consiguió la ofensiva e impuso la agenda mediática, por primera vez en mucho tiempo. De allí los resultados adversos.
Una lección está a la vista. Desde el punto de vista del soporte técnico se ha producido una recuperación de los recursos al alcance del Estado. Una recuperación notoria. Pero hasta allí es una respuesta instrumental. Faltan los contenidos, el mensaje, el propósito revolucionario. La conjunción y complementación de los medios públicos. Falta el salto cualitativo.

El discurso comunicacional contrahegemónico
a. La respuesta comunicacional va más allá de lo que pueda considerarse el soporte técnico. Por tanto, resulta torpe conformarse con lo conseguido en ese terreno; y no puede afirmarse una labor de comunicación, que se corresponda con políticas revolucionarias, basándose solo en la capacidad operativa. Con eso no alcanza, ni se construyen políticas alternativas.
La clave o problema está en construir un discurso y un contenido contrahegemónico, contra la lógica del capital, de la sociedad de consumo; en contra de las políticas imperiales; incluso, en contra del sentido común liberal o neoliberal. Se trata de configurar una respuesta de resistencia cultural y simbólica. Es una falacia pensar que la revolución venezolana pueda construir una supuesta hegemonía comunicacional, porque para que eso pueda crearse se requieren condiciones internacionales. ¿O acaso puede obviarse que además de Globovisión, Venevisión y RCTV también hay que entenderse con las campañas de CNN, El País de España, O Globo de Brasil, en fin?.
b. Aquí faltan respuestas desde el punto de vista del discurso, entendido como la argumentación, sólida y coherente, frente a las demandas, profundas y estructurales de la sociedad venezolana. Eso significa no conformarse con responderle a Globovisión, sino algo más exigente, construir de manera coherente la opción socialista y revolucionaria para la sociedad venezolana. Debatir la política y los planes del gobierno revolucionario; atreverse a revisarse; a admitir los errores, las omisiones y las inconsecuencias de las políticas.
c. El lenguaje es la vía directa para transmitir el pensamiento, tanto es así que algunos especialistas, psicólogos y lingüistas, sostienen que el subconsciente, la parte no consciente, está estructurada en forma de lenguaje.
Si se admite esa premisa, tendría que reconocerse que una de las llaves para abrir y dar paso a un proceso de educación popular y de transformación política requiere de un lenguaje diferente, de nuevas formas para leer y revelar la fotografía de la realidad.
Crear otro mundo, distinto a la mercantilización de todo, como ocurre en el capitalismo, necesita de nuevas palabras, modos, formas y de otro lenguaje, valga la insistencia. Si el pensamiento es el lenguaje interior, cuando hablamos y nos comunicamos mostramos el mundo interior.
En la política importa el discurso, lo que se dice, cómo se dice, la palabra con la que se dice, y desde luego, importa el comportamiento y el compromiso práctico, vital y existencial. En el caso de los medios ocurre otro tanto, no se puede construir una alternativa comunicacional en televisión, buscando responder con los modos, formas y palabras de la televisión ramplona y chata que se corresponde, justamente, con el mundo que queremos cambiar.
Competir con la telebasura no es posible y no debería ser el objetivo. Pero los medios televisivos alternativos y que se correspondan con una política gubernamental revolucionaria están llamados a proponer nuevas formas, para entender y ejercer la política; para cantar, reír y bailar; mostrando el mundo de la gente sencilla, proponiendo otros valores, otros símbolos y otros imaginarios. En resumidas palabras, el reto está en crear una contracultura y el sistema de medios públicos está llamado a hacer un aporte sustancial para ganar ese propósito.
d. Hay un tema ligado al debate sobre el discurso: el problema de los voceros. Algunas veces se insiste en mostrar sólo, a través de los medios del Estado, voceros que coinciden con las políticas gubernamentales, se deja de lado la posibilidad de la crítica, y lo que es más rotundamente equivocado, se desaprovecha la capacidad de elaboración crítica de intelectuales, universitarios, dirigentes populares, en fin, voces que pueden hacer aportes sustanciales en diversos campos, y que constituyen una reserva política para un proceso de cambio social.
Es decir, no se muestran las voces divergentes o disidentes. Craso error separar la realidad en blanco y negro. Se obvia que la revolución y las políticas revolucionarias son obras humanas, que se construyen a partir del aporte colectivo. Los críticos son necesarios y hacen falta. Advierten, informan, cuestionan, muestran desaciertos. Sobre todo hacen falta los críticos honestos, que toman distancia de la derecha.
e. En los medios del Estado hacen falta programas y proyectos para educar, formar y entretener. ¿Por qué TVES rellena sus espacios con programas importados? ¿Por qué no tomar las cámaras y mostrar el país inmenso que somos, su música, el voseo de los maracuchos, las empanadas de los margariteños, y los campesinos violinistas de la montaña merideña? ¿Por qué VTV reitera a sus invitados convirtiéndolos en “todólogos” entusiastas y predicadores de cualquier cosa? El cambio es exigentemente integral: ético y estético.
La política de Vive llena un vacío en lo comunitario, pero ¿por qué esa estructura de programas planos y ausentes de debate?

El camino andado: Los aciertos
En materia comunicacional el gobierno bolivariano tiene visibles aciertos:
a. La aprobación de la Ley de Responsabilidad Social de Radio y TV, que se convierte en buena parte de la normativa de la política comunicacional.
b. Los avances en el cuerpo de normas que regulan la industria cultural en Venezuela: la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, la Ley de Telecomunicaciones, el Reglamento de Radio y TV comunitarias, el anteproyecto de Ley de Datos y Habeas Data y la Ley de Delitos Informáticos.
c. La recuperación de la imagen de Venezolana de Televisión.
d. La recuperación de Radio Nacional: por primera vez se escucha en muchas regiones.
e. La creación de Telesur.
f. La creación de Vive.
g. La explosión de los medios comunitarios.
h. El debate sobre el uso del espacio radioeléctrico.

¿Cuáles son las debilidades?
a. El insuficiente respaldo a los medios comunitarios que deberían ser una prioridad del Ministerio de Comunicación e Información (Minci). Falta más apoyo técnico y principalmente, respaldo en la formación. Hay una paradoja, después de la actuación decisiva de los medios comunitarios en contra del golpe de Estado de abril de 2002 ha habido más apertura hacia los medios comunitarios, pero todavía es insuficiente. Es recomendable insistir en proyectos para la formación política.
b. Falta de continuidad y coherencia en las políticas.
c. Reiteración de programas defensivos en los espacios televisivos de los medios gubernamentales. La política no se puede confeccionar sólo a partir de la defensa y la emergencia (cuando se insiste en contestar y no desarmar los videos de los canales privados).
d. Algunos programas televisivos se mueven dentro de la vertiente defensiva y se inscriben en la lógica polarizada de medios privados de oposición recalcitrante. No dejan lugar para los matices. No se deja margen para amplias capas de la población que quieren participar de acciones que propicien el cambio y la revolución, desde opciones democráticas. El discurso polarizado descalifica y ve sólo enemigos.
e. Débil presencia de programas para la formación y educación política. ¿Qué falta? Más debate político sobre la democracia y el socialismo, sobre las leyes que se discuten y aprueban. ¿Para qué sirve el socialismo del siglo XXI? Obviamente, faltó debate sobre la reforma.


Las sugerencias
a. Hacer seguimiento a las actuaciones de los medios masivos que actúan como ejecutores de las políticas de los grupos opositores obsesivos y responder de manera rápida, oportuna y contundente a cada una de sus “jugadas”.
b. Desde las instancias del Gobierno bolivariano dar apoyo decidido al periodismo comunitario, sin condicionamientos. Respaldar a las organizaciones comunitarias que desarrollan iniciativas propias y defienden ideas revolucionarias. Admitir que en muchos casos defienden proyectos e ideas que no coinciden con programas oficiales. Por ejemplo, se oponen decididamente a la explotación de carbón.
c. Atención, mantener una política de formación y de debate con los comunicadores y periodistas de los medios e instituciones del Estado. Con talleres y seminarios. En muchos casos aplican esquemas tradicionales y copian lo que comúnmente hacen los medios. El reto es complicado: hay mucho que desaprender y mucho que aprender.
d. Corregir la tendencia a concentrar los contenidos y la programación audiovisual en espacios defensivos, de lo que hacen los grupos opositores y contrarrevolucionarios.
e. Aprovechar los medios de comunicación gubernamentales para insistir en la formación y educación política, sobre el socialismo, la democracia, la participación protagónica y las bases del gobierno bolivariano.
f. Mostrar una mayor diversidad de voceros a través de los medios gubernamentales: dirigentes políticos, líderes comunitarios, intelectuales, dirigentes sindicales.
g. Incluir como una de las prioridades de la Misión Ciencia el estudio de la actuación y el comportamiento de los medios masivos.


Referencias
ANTILLANO, Pablo (2002) “Entre el arsénico y la cicuta”. Diario El Nacional, papel literario. 6.07.2002. p. 1.

DÍAZ LARRAÑAGA, Nancy (1998). El relato de una vida: apuntes teóricos-metodológicos en comunicación. En
www.ull.es/publicaciones/latina Consultado el 20-06-2000.

ENTEL, Alicia (1996) La ciudad bajo sospecha. Comunicación y protesta urbana. Buenos Aires: Paidós.

Etkin, Jorge (1994). La doble moral de las organizaciones. España: McGraw Hill

LICHFIELD, Gideon (2002). “La noticia convertida en registro de lo que dicen los poderosos”. Diario El Nacional, 3.09.

MARTIN BARBERO, Jesús (1997) “De los medios a las culturas”, en MARTIN BARBERO J. y SILVA, A. (Comp.) Proyectar la comunicación. Colombia: Tercer Mundo Editores


Maracaibo, diciembre 2007

[1] Periodista. Militante de medios comunitarios. Doctor en Ciencias Humanas. Magíster en Ciencias de la Comunicación. Investigador de la comunicación (PPI-2). Profesor en la Escuela de Comunicación Social – Universidad del Zulia

1 comentario:

Javier Castillo (Javo) dijo...

Resulta, pues, una redacción vacua y sin ningún efecto hacia el receptor (es) (voce, meu prezado profesor e a gente quem poda ler seu artigo –perdao pelos sotaques e as palabras com erros-) dejar una mella personal que denote esa mi admiración y respeto ante tal ensayo. De aquí, parten tantas discusiones que, me quedo atónito, estupefacto, impávido por la escuela y modelo que debemos encontrado y que sería muy acerebrado no seguir sus caminos, pero ello implica vivir y vivir, leer y leer, practicar y practicar, escribir y escribir, compartir y compartir, errar y errar hasta morir de la impotencia. Usted siempre recordaba en sus clases de la Universidad a uno de sus “cantores” favoritos: “caminantes no hay caminos, se hace camino al andar”.
Lo cito, pues es una “verdadera verdad”:
1) “La comunicación humana no puede limitarse a la actuación e influencia que ejercen los medios masivos, como algunas veces se pretende. Se trata de un asunto más complejo, en el que intervienen otras variables. Resulta obvio, por ejemplo, que la noción de comunicación tiene su origen en la trama de las interrelaciones personales y grupales, es decir, las que ocurren en la familia, con los vecinos, en los centros de estudio y de trabajo, en una palabra, en la relación con el otro”.
¡Qué gran verdad!

2) “…se requiere de una visión que incorpore lo social, busque dilucidar la trama de relaciones que hacen posible la convivencia humana y se recupere la perspectiva que presente la comunicación como una acción dialógica, en la que participan sujetos activos, críticos, específicos, con intereses propios”.
¡Y más realidad!

3) Esta cita la tomo, luego de experiencia realmente preocupante por parte de la vocera del Batallón Irama-Cantaclaro de Maracaibo (Zulia-Venezuela), Sheila Vanegas, asunto quien usted, no sé si inconsciente o con intención de abordar con juicio y crítica esta situación de intolerancia de líderes autocráticos, de militantes oportunistas sin ideología y sin la consciencia de llevar a l Poder Popular (todos) mediante la estructuración de un discurso pedagógico y andragógico realmente contrahegemónico que logre formar paulatinamente y con efectividad una cultura socialista venezolana y latinoamericana.
No hacen falta comunicólogos, periodistas o intelectuales de trayectoria, para transformar ese conocimiento comunal en una herramienta de trasformación profunda hacia el socialismo que necesitamos, de lo contario, por irresponsabilidad colectiva perderemos este invalorable, inédito y hermoso proceso (con bemoles, muchos errores, pero con una gran voluntad despierta en el corazón de las comunidades).
Me atrevo a creer en dos grandes socialistas de este sector, el profesor jubilado de LUZ, Carlos Aquino; su esposa Emely de Aquino; y su hijo Carlos Aquino, quienes están conscientes que de que se precisan horas formación académica para digerir un verdadero socialismo, fuera de los desafueros, frenesí e intereses individuales y oportunistas de no muchos pocos de un batallón. Somos libres y extremadamente libres. Esto va más allá de una mera de reunión de aspirantes a militantes.
“Hay un tema ligado al debate sobre el discurso: el problema de los voceros. Algunas veces se insiste en mostrar sólo, a través de los medios del Estado, voceros que coinciden con las políticas gubernamentales, se deja de lado la posibilidad de la crítica, y lo que es más rotundamente equivocado, se desaprovecha la capacidad de elaboración crítica de intelectuales, universitarios, dirigentes populares, en fin, voces que pueden hacer aportes sustanciales en diversos campos, y que constituyen una reserva política para un proceso de cambio social.
Es decir, no se muestran las voces divergentes o disidentes. Craso error separar la realidad en blanco y negro. Se obvia que la revolución y las políticas revolucionarias son obras humanas, que se construyen a partir del aporte colectivo. Los críticos son necesarios y hacen falta. Advierten, informan, cuestionan, muestran desaciertos. Sobre todo hacen falta los críticos honestos, que toman distancia de la derecha”.

Con muchos comentarios por realizar, análisis y prácticas a desarrollar (los medios y políticas comunicacionales del Estado), me despido desde esta tribuna virtual, este, su seguidor respetuoso y “apasionado por su discurso”.
Javier Castillo (El Javo).