martes, 21 de julio de 2009

Tejer redes

(Leticia Soberón, 2002)
Quizá la forma natural como personas, familias y grupos viven en sociedad, consista simplemente en sobrevivir, trabajar, custodiar a los propios seres queridos, ser ciudadanos que cumplen más o menos las normas mínimas de la convivencia. Cada uno es él mismo, vive y deja vivir. Este “ser uno mismo” -individual o colectivo- cumpliendo las exigencias básicas de la vida común es condición para el desarrollo social, pero queda raquítico y corto en el mundo actual, que reclama una sociedad civil más presente, cohesionada y participativa.

Pero en este panorama de individuos y grupos puede todavía darse un paso más, añadido al ser simples ciudadanos o incluso a defender intereses grupales: son necesarios los tejedores de redes, es decir, gente que dedique tiempo y esfuerzos a abrir espacios comunes de colaboración con otros individuos y entidades, de modo que los esfuerzos de cada uno se articulen entre sí, configurando áreas más amplias de comunión y de participación, incluso de una forma interdisciplinar que atraviese las fronteras de la propia específica área de acción.

El tejedor de redes es aquél que, sin dejar de ser él mismo, es capaz de mirar a su alrededor, comprender también los estilos y metas de los demás y dialogar con ellos para mancomunar esfuerzos en lo posible. La reflexión conjunta ayuda a establecer vínculos más duraderos y permite ofrecer servicios más amplios a los destinatarios de ambos. Vista en esta clave, la pluralidad de formas, estilos o sensibilidades no sólo no constituye ningún obstáculo, sino se manifiesta como una gran riqueza para el conjunto.

Ser “tejedor de redes” requiere tesón y esperanza, pues todo diálogo y toda colaboración suponen una dedicación añadida al trajín de cada día; suponen apertura al otro valorando su identidad y estilo, requieren creatividad y tiempo para poner en marcha formas nuevas de trabajo común. Así, se deja de actuar como inconsciente “aldeano global” para suscitar deliberados colaboradores que conviertan esta “aldea” en un verdadero espacio social humano,
al menos en aquellos pequeños “barrios” en los que uno se mueve dentro de ella. Tejer redes es animar un ejercicio colectivo de la libertad, y puede ser una buena forma de mejorar el mundo -con sencillez, como la levadura en la masa-. Una sociedad más articulada y cohesionada en su interior da un salto cualitativo que la lleva más allá de la suma de las individualidades y la acerca al concepto, más denso, de cuerpo social.
Afortunadamente, la tecnología hoy nos ofrece un excelente soporte para este espíritu. Cuando a estos inventos, con todo y los riesgos que todos conocemos, se les califica de “providenciales”, no es una ingenuidad. La convergencia tecnológica de los instrumentos de comunicación en el mismo lenguaje digital (informático) ha potenciado una transformación cultural tan honda, que es difícil precisar sus fronteras; estamos en medio de ella, probablemente algo desconcertados. Pero la tecnología informática facilita enormemente la comunicación, el trabajo
común, la difusión de contenidos, la participación de interlocutores antes excluidos del diálogo social. (Mensaje para la Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales 2002).

No hay comentarios: