sábado, 31 de diciembre de 2016

Para reinventarnos


(Orlando Villalobos)

“Reinventar la comunicación” se ha vendido más de lo que yo esperaba y menos de lo que aspira la editorial. Denzil Romero, autor de “La esposa del Dr. Thorne”, me dijo en una ocasión que si un libro en Venezuela vendía mil ejemplares podía considerarse un best seller. Da una idea de lo que cuesta que los libros se muevan o se vendan.
Editorial Galac ha colocado su empeño y lo ha presentado dos veces en Caracas, en la Feria de Caracas y en la Filvén de noviembre. Lo presentamos en la Biblioteca del Estado de Maracaibo. He ido donde me han permitido conversar sobre el contenido y hemos hecho el marketing más importante: lo vendemos en mesas ambulantes y en el mano a mano con los amigos, colegas y asomados.
El texto favorece el acceso a interesados en el tema, y a estudiantes de periodismo y comunicación, a un conjunto de artículos y ensayos, en los cuales se fijan pautas y criterios acerca de situaciones y problemas, que están presentes en el ejercicio periodístico y comunicacional.
Comprendo que un libro como “Reinventar la Comunicación” tiene que sortear muchas celadas. Cumple con lo que dice la sagrada escritura. Intenta darle voz al mudo. Dice, cuenta y no se calla. Se nutre del pensamiento crítico y recela de la comodidad académica.  Predica y le mete el hombro al pronombre nosotros. Es palabra, bisturí y megáfono. No se conforma con los 140 caracteres de gloria que presume regalar Twitter. Defiende la utopía porque aunque no se diga, en cada texto recuerda lo que dejó dicho Oscar Wilde: «Un mapa del mundo que no incluya la utopía no es digno de ser mirado, pues ignora el único territorio en el que la humanidad atraca siempre, partiendo de nuevo hacia una tierra aún mejor».
Asume como propia la recomendación de Boaventura de Sousa Santos, de sumarse a la construcción de un pensamiento alternativo de alternativas, porque si no las alternativas conocidas van a repetir los mismos errores de siempre.
El libro expone que para defendernos de este capitalismo salvaje que se nos vino encima, hay que volver a la cultura de lo colectivo, para lo cual son indispensables las redes sociales; esas donde la gente se ve cara a cara, en una comunidad de intereses, y no simplemente las redes virtuales y las “nubes” electrónicas. Pero no hay redes si no hay el tejedor de la red, ese que es capaz de mirar a su alrededor y salir a buscar a los otros, para compartir y dialogar, para juntar esfuerzos y promover universos posibles e imposibles.
De vez en cuando salta un contradictor a ciegas. Ese que dice “eso no me interesa” o simplemente no lo dice. Lo ignora y hace todo lo posible para que la ignorancia siga y se confunda comunicación con manipulación.
A veces el viento trae un aire pesimista que no sabe que se equivocó de camino, porque no podrá con tantas corazonadas juntas. Sabemos lo que significa poner en papel y tinta esta palabra que descubre y reinventa. En medio de esta crisis declarada, algo o mucho constituye este acto de poner en la librería la propuesta hecha, en formato libro, de otra comunicación, distinta a tanto “pote de humo” de autoayuda o restaurador del privilegio de los que siempre fueron los dueños de la palabra.



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