(Orlando
Villalobos)
El día de
acción de gracias en Estados Unidos cada familia se reúne y comparte la
tradicional cena con pavo. Horneado o asado, da lo mismo. Es el día más
importante del año, no hay otra fecha que la iguale. No hay 24 de diciembre, ni
31 de diciembre, explicable en una sociedad de abierto dominio protestante. Es
el día fijado en el calendario protestante, de origen anglosajón, para celebrar
y dar gracias por las bendiciones divinas. Se cuenta que la fecha surgió para
fijar un día especial y no como hace el calendario católico que incluye
demasiadas festividades, santos y celebraciones, y remata con la navidad, la
pascua y el año nuevo.
En esa
fecha tan especial, se calcula –al ojo por ciento- que en esta época se consumen
48 millones de pavos. Esa cifra revela la posibilidad del inmenso negocio que
se destapa en una sociedad como la estadounidense, en la que si camina, corre,
vuela, piensa o sueña es business. Cada oportunidad, ceremonia o fecha es
aprovechada para exacerbar el afán de lucro.
Nada se
escapa del negocio. Ni la religión. Los Adventistas del Séptimo Día, una de las
tantas corrientes protestantes –con el permiso de los protestantes-, constituyen
una organización empresarial, concentrada en el ámbito de la salud y en
difundir dietas supuestamente saludables. Estos adventistas son promotores del
consumo de cereal y dos de sus miembros, John Harvey Kellogg, y su hermano
William Kellogg, son los creadores del conocido Corn Flake de Kellogg,
convertido en parte del desayuno diario y en modelo de consumo, que se ha
difundido e impuesto como parte de la dieta diaria. Desayuna cereales y
comenzaras a buscar la bendición divina.
Para
entender este comportamiento es preciso anotar que desde el principio, desde su
fundación, Estados Unidos es una sociedad religiosa y fundamentalista, que se
guía por el puritanismo calvinista; fundamentalista porque se persigue toda
disidencia, exterminó a las poblaciones indígenas, quemó a mujeres y organizó
la caza de brujas, como aquellas de Salem; y lo que interesa resaltar en esta
nota, es una sociedad que promueve el capitalismo salvaje, cruel y despiadado,
que divide a las personas en ganadoras y perdedoras. “Mientras el catolicismo
medieval condenaba, al menos de palabra, la riqueza, el calvinismo en cambio la
celebra y promueve, dándole a esa riqueza carácter religioso y haciendo de ella
la señal de éxito que hace a los exitosos, a los ricos, a los capitalistas, no
candidatos verbales o parabólicos al fuego del infierno, como pretendían los
hipócritas papistas, sino los elegidos de Dios, que así reciben de éste la prueba divina de que lo son y a
los que además de su triunfo en este mundo les espera en el otro la felicidad
eterna” (Vladimir Acosta, El monstruo y sus entrañas. Un estudio de la sociedad
estadounidense. Editorial Galac, 2017. P. 118).
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