viernes, 9 de noviembre de 2007

El conflicto mediático

(Orlando Villalobos) En los últimos años, los medios masivos –periódicos, canales de TV y emisoras de radio- se han colocado en el centro o epicentro del conflicto político venezolano. Desde los medios, y desde luego en programas específicos, se postulan ideas y contenidos de clara militancia o interés político. Durante un buen tiempo el usuario de los medios ha presenciado como se ha hecho algo común que se imponga un enfoque sesgado a la hora de informar, como algunos moderadores de programas de TV actúan con impunidad y exagerada discrecionalidad en la interpretación de la noticia. Acomodan los hechos a sus particulares deseos, dejando de lado la ponderación y el equilibrio.
El hecho más grave que se conoce en Venezuela ha sido la desinformación a la que el país fue sometido desde los sucesos del jueves 11 de abril de 2002, en la tarde, que se usaron como justificación para desconocer la Constitución, hasta la madrugada del domingo 13 de abril. Se produjo un apagón mediático.
Como una justificación del golpe de Estado de abril se convirtieron en juez y parte; se desbocaron. Guardaron un silencio inaudito en un momento crucial y “construyeron” su propia verdad mediática y la impusieron, aunque sea por un rato.
Una evidencia de lo deliberado del comportamiento de los medios se encuentra en el editorial de uno de sus más excelsos voceros, El Nacional. Este diario, el 13 de abril de 2002, validó el golpe de Estado, que en ese momento estaba en marcha: “Ha hecho bien el nuevo presidente Pedro Carmona Estanga en prescindir, de un plumazo, de estos esperpentos institucionales, devaluados ética y moralmente por la escasa gallardía con que sus representantes ejercieron el cargo”.
En ese comportamiento de los medios hay más de un problema de fondo, porque los parámetros éticos y profesionales del periodismo se han dejado de lado. En nombre de un propósito político se busca justificar la utilización arbitraria del poderío de la tribuna mediática. De tal manera que se ha impuesto una jerigonza antiperiodística que olvida o deja lado definiciones clásicas del periodismo.
Resumiremos varias de esas manifestaciones.
1. Se ha impuesto lo que el periodista inglés Gideon Lichfield (2002) denomina la declarocracia, con eso quiere decir que, “las noticias no son lo que hay de nuevo, sino lo que haya dicho alguien importante, aunque esa persona o cualquier otra ya lo hubiera dicho, sin importar, realmente, si es verdad o no”. En el contexto venezolano eso significa que si lo dice el presidente del organismo empresarial –Fedecámaras- es noticia, no importa que sea verdad o no, que haya ocurrido lo que dice o que simplemente sea una opinión propia.
2. Se hace un uso irregular de las fuentes (Antillano, 2002). Se le da validación automática a la fuentes coincidentes y se dejan de lado las otras, las que disienten. No se verifican los datos o informaciones obtenidas, y en consecuencia se le da paso al chisme interesado o al vulgar rumor.
3. Se confunde, deliberadamente, opinión con información. Como esos campos se yuxtaponen, entonces se incurre en excesos de opinión en la información que se presenta. La noticia que se entrega es un editorial.
4. Aplicación de un concepto de objetividad que está ligado a la interpretación interesada de la noticia. Esa noción de objetividad resulta acomodaticia, por cuanto a ese periodismo “no le interesan los hechos, le interesa tener razón” (Antillano, 2002).
Interesadamente se busca refugio en una visión que hace una separación mecánica entre sujeto y objeto, entre objetividad y subjetividad; favorece un punto de vista parcial, dicotómico, en cierto sentido insuficiente, porque no toma en cuenta la complejidad, ni las distintas variables que forman parte de un hecho o fenómeno. Simplemente hace una reducción de cada problema, buena o mala, afirmativa o negativa, pro o contra.
Para superar tanta chatura, y parcialidad interesada, se requiere asumir el periodismo y la comunicación, como un ejercicio complejo, que puede aportar en la búsqueda de la verdad. Eso no tiene nada que ver con maniqueísmos, posiciones preestablecidas y verdades que se buscan imponer de antemano para favorecer una visión de los hechos. Eso no tiene nada que ver con el acostumbrado programa televisivo, mañanero o noctámbulo, donde un perdonavidas de ocasión, juez y parte, atrincherado en su reducto de simplismos, moralina y frases hechas, sin rubor deja colar su intención y preferencia, muestra sus prejuicios y fanatismos.
Un comportamiento con las características antes señaladas ha derivado hacia un resultado poco halagador: los medios abandonaron el medio, dejaron de ser fuentes de mediación, y se han instalado en el centro del conflicto político, dicho de otro modo los medios son parte del conflicto. Desde la tribuna mediática se juzga y se sanciona, se fabrican medias verdades, se atiza la rivalidad, se condiciona la agenda pública. Para proceder de este modo se emplea la excusa de que los medios son atacados, es decir, simplemente actúan en defensa propia. Con ese alegato se ha pretendido justificar el comportamiento por lo menos discutible de actuar en muchos casos en cadena nacional para la transmisión de mensajes de dudoso contenido democrático, como por ejemplo, colocar en pantalla, en horario estelar, a un representante militar llamando a la movilización de los cuarteles.
La idea no es proponer que los medios actúen de manera neutral, aséptica. Eso seguramente no es posible hoy en Venezuela, ni en ningún otro lugar. Lo que se sugiere es que se asuma la comunicación masiva como la posibilidad de expresión y desarrollo de voces plurales, diversas y democráticas. Los medios tienen consagrada la opción de mostrar sus perspectivas editoriales, e incluso de mostrarse partidarios de posturas políticas, pero al mismo tiempo pueden y deben favorecer la expresión de una cultura política que propicie la diversidad, la democracia y la cultura de paz.

ANTILLANO, Pablo (2002) “Entre el arsénico y la cicuta”. Diario El Nacional, papel literario. 6.07.2002. p. 1.

LICHFIELD, Gideon (2002). “La noticia convertida en registro de lo que dicen los poderosos”. Diario El Nacional, 3.09.

1 comentario:

Marifé dijo...

Hola Profesor Orlando.
Está muy chévere su blog, después de tantos embarques de mi parte, aquí está con su propio esfuerzo.

A ratos me pasaré a leerlo, excelentes letras por su puesto, un ejemplo a seguir.

Saludos =)