domingo, 4 de noviembre de 2007

Palo de Brasil

(Orlando Villalobos) El contraste brasileño es desgarrador e inhumano. En Porto Alegre, las empedradas calles del centro son limpias, cuidadas y conservan el regusto por la tradición. El mercado tiene el aroma de la hierba recién cortada. Cerca de allí, en Sao Leopoldo, los estudiantes se refugian en la pradera verde del campo de la universidad para decir: “pra saber tem que viver”.
En las calles de Río de Janeiro, la indigencia pugna por hacerse visible, hasta para el más distraído. Hay la ciudad que suma puntos para el atractivo turístico. Copacabana, el Maracaná, Pan de Azúcar y el Cristo que mira desde el cerro del Corcovado. La otra es la ciudad precaria, desahuciada, improvisada.
El orgullo brasileño de la letra de Chico Buarque, que se nutre de sus raíces paulistas, pernambucanas y bahianas, se fractura ante la postal de favelas de cartón y zinc que rodean al aeropuerto de Guarulhos, en Sao Paulo, y ante el océano de favelas de la periferia paulista.
Desigualdad y urbanismo, pobreza extrema y modernidad se conjugan en el mismo escenario. El albur del azar aproxima las asimetrías y las contracorrientes.
Ser de izquierda en Brasil es tomarse el permiso de mirar ese mundo con ojos de comprensión y de rabia. En palabras de Frei Betto es considerar la desigualdad como una aberración que debe ser erradicada; es actuar por principios y no por intereses.
Por eso desde finales de la década de los 80 el río trae la música de la inconformidad. La primera manifestación visible fue la victoria del Partido de los Trabajadores en Sao Paulo, con Luisa Erundina, en 1989. Como gesto emblemático Luisa le regaló a los paulistas la designación de Paulo Freire, como secretario municipal de educación. Decía Paulo que "la mejor manera de pensar, es pensar en la práctica", por eso insistió en “pedagogizar el mundo” y construir convivencia en medio del conflicto.
Aunque Luisa perdió con la derecha en 1993 mostró formas políticas diferentes. Surgieron el presupuesto participativo, las cooperativas de los recuperadores de materiales reciclables y las cooperativas de vivienda, de los sin techo.
El crecimiento del voto del PT a principios de los 90 explica los resultados que llegaron después para Lula y para la izquierda brasileña. Se respiraba otra posibilidad y el Brasil de los de abajo vio en Lula una opción a la mano.
A partir del triunfo del PT, en 2002, la historia comenzó a moverse pero con exagerada timidez. Lula innovó con los planes sociales: “Pobreza cero”, “Bolsa de familia”, “Luz para todos”, pero se ha cuidado de no escarbar en los privilegios de los privilegiados. Su peor pecado: se desvinculó de los movimientos sociales. Los Sin Tierra lo ven como “uno de los nuestros” que se ha olvidado de la asignatura pendiente: levantar otro Brasil posible.
Leonardo Boff, autor intelectual del cambio, le ha escrito a Lula para recordarle que el poder es la mayor tentación humana, porque crea la sensación de la omnipotencia divina. Por eso, si se queda en el vigor destructivo fracasa. “Sólo la ternura limita el poder, haciendo que él sea benéfico (…) El equilibrio entre ternura y vigor hizo que los grandes fuesen grandes”.
Pero cualquiera se equivoca si piensa que puede descubrir el alma de un país desde las líneas gruesas y recargadas de la política. Para comprender lo brasileño hay que detenerse en la música que se improvisa en Ipanema, en las noches de Campos de Jordao o en el barrio Liberdade de Sao Paulo, a sorbos de caipirinha y de la caña de Campos de Piracicaba.
Lo que no se explica desde el discurso grandilocuente se exprime, gota a gota, desde las letras de Gal Costa, María Rita y Clara Nunes; los clásicos populares, Elis Regina, Gilberto Gil, María Bethania y Caetano Veloso; y el arrebato de Ivete Sangalo y Daniela Mercury.
Lo que no se conoce en la televisión se aprende en las conversaciones con un taxista o con los estudiantes de la Universidad do Vale do Sinos que todo lo explican con la jerga del fútbol. En la versión del Brasil de la religión del fútbol el país se descalabra cuando la selección no puede ganar o la vida gana protagonismo cuando en Porto Alegre Gremio y el Internacional se baten a duelo, en la grama del estadio; o cuando un equipo de Porto Alegre juega contra el Fluminense de los cariocas o contra cualquier equipo de Sao Paulo.
El Brasil de la desigualdad grosera alimenta el morral de sus ilusiones, se sacude el letargo de la injusticia, agita las consignas del cambio social y se abraza a las caderas de la chica de Ipanema, “la cosa más linda/ que yo he visto pasar”.

2 comentarios:

Javier Castillo Briceño dijo...

Muito bom, seu artigo, prezado professor! Lembrei ao Brasil com fome e industrial...com desigualdades sociais y com um real numa igualdade com o dolar... com musica original, somente deles...com...com...com...
Meus parabéns!
Javier Castillo

Javier Castillo Briceño dijo...

Muito bom, seu artigo, prezado professor! Lembrei ao Brasil com fome e industrial...com desigualdades sociais e com um real numa igualdade com o dolar... com musica original, somente deles...com...com...com...
Meus parabéns!
Javier Castillo.